lunes, 19 de diciembre de 2016

El perro canelo

Esta vez sí, esta vez la novela de Simenon es de Maigret.
Es una breve novela, apenas 140 páginas, sobre un caso que acontece en un pueblo de la costa bretona, en el que se ve involucrada la crema y la nata de la sociedad del pueblo en cuestión.


A la salida del único bar que permanece abierto durante el otoño e invierno en el pueblo de Concarneau, uno de sus cliente habituales recibe un disparo a bocajarro que casi acaba con la vida del mismo. Este hecho es el responsable de que el comisario Maigret se dirija desde París hasta el lugar para intentar encontrar al responsable del disparo casi fatal.
A partir de ese momento se van sucediendo, de manera inusitadamente veloz, una serie de actos delictivos que afectan a un selecto grupo de clientes de dicho bar: un médico, un periodista, un rentista y un industrial, la víctima del disparo.
Maigret es espectador del resto de incidentes, ya que se encuentra en la población desde el día siguiente del incidente inicial. Maigret no deduce, no especula, solo va acumulando información sobre los hechos que acontecen y formándose una idea de la situación.
Junto a Maigret y su ayudante, el grupo del bar, también tenemos como personajes relevantes a la camarera del bar, un vagabundo, el alcalde y el perro que da título a la novela.
Como es lógico, Maigret acaba atrapando al culpable y exponiendo, al final de la novela, como se han desarrollado los hechos y como ha llegado a la conclusión de quién ha sido el culpable de los delitos que se han producido.
No deja de ser una novela negra bastante típica, de las clásicas, es de 1931, pero con ese toque europeo, en el que la sociedad es diferente de la que se relata en los clásicos norteamericanos.
Pero lo interesante no es el caso y su resolución, es el cuadro que nos muestra de la sociedad de un pequeño pueblo costero, de sus habitantes y sus costumbres en una época determinada.
Simenon nos detalla la estructura social de la época, con las fuerzas vivas de la sociedad representadas por el alcalde y el grupo de jugadores del bar, con el resto de la población, gente trabajadora y temerosa, como se puede deducir de la reacción de desconfianza y miedo ante lo que está ocurriendo, sobre todo cuando la prensa se dedica a amplificar el temor y la desconfianza desde esos altavoces que eran los titulares de diarios en esa época.
También hay una pequeña historia de redención y superación, de gente humilde que intenta sacar la cabeza en una sociedad en la que cada uno ha de ocupar su lugar, que es asfixiada por los bancos y el inmovilismo social, que llega a tocar fondo, pero que al final es absuelta por la justicia que no dictan los tribunales.
Es curioso el trato que le da a la figura del alcalde y la prensa. El primero aparece como el valedor y custodio de la formalidad, la paz social y el orden, en la que hay que imponer la calma, aunque sea injustamente y con una cabeza de turco. Lo muestra como un personaje que representa al poder y que se ve sometido a las posible presiones que vengan de instancias superiores a instancias de relaciones de amistad y favores debidos.
Respecto a la prensa, Simenon parece que critica el aspecto sensacionalista de la misma, desde los titulares que se publican, hasta las crónicas que se dictan por teléfono desde el bar del pueblo y de las que el propio Maigret es espectador, y las actitudes de redactores y fotógrafos ante las novedades que ocurren y los nuevos personajes que aparecen.
Es de un lenguaje sencillo, correcto, sin adornos ni artificios, sin excesos descriptivos pero muy concreto y efectivo, ya que hace que la historia vaya fluyendo con un ritmo adecuado y constante. En definitiva, una buena lectura, sencilla y estimulante.

martes, 13 de diciembre de 2016

Zumbidos en la cabeza

Llego a este libro por azar, como siempre que voy a la biblioteca sin tener nada en mente.
El interés fue el bucear por una literatura ajena  y distante como la eslovena/yugoslava, en la que ya había hecho alguna inmersión con Ivica Djikic.
Zumbidos en la cabeza
Nos encontramos en una prisión eslovena, en la que a un recluso le es encomendada la tarea de poner en escrito las memorias de Keber, el cabecilla de un motín en una prisión en 1975, dictadas por el mismo.
El relato no deja de ser la biografía de Keber hasta el momento del motín de la prisión de Livada, no explica cómo llega a Eslovenia tras la II Guerra Mundial, entonces como parte de Yugoslavia, cómo esperan llegar al paraíso proletario, materializado en la construcción de unos altos hornos, símbolo de trabajo, prosperidad y progreso. Pero como todo eso acaba truncándose.
Nos explica su vida como marino, militar y mercenario, mediante pinceladas; su vida personal, con sus mujeres y, como parte central del relato, los acontecimientos que se dieron durante los días que transcurrieron desde un arrebato de Keber hasta el motín y control de la prisión y su posterior rendición.
Keber tiene una particularidad, le resulta insoportable el ruido que provoca metal contra metal, es algo que se le incrusta en el cerebro y que le provoca reacciones violentas, como la que resulta el detonante de todo.
Keber relata sus recuerdos sobre el motín en comparación con la sublevación de Judea contra los romanos y la caída de Masada, es un paralelismo constante, en el que se asocian lugares, personajes y acontecimientos, como si la historia se repitiese.
Jancar utiliza la cárcel como metáfora de lo que son los movimientos revolucionarios y los regímenes autoritarios y totalitarios, en los que todo el mundo está encerrado salvo aquellos que tienen privilegios, ya sea por que ostentan el poder, ya sea por ser los que, siendo presos, se cobijan a la sombra del poder.
Usa la prisión para explicar que ese momento de ira descontrolada que es el inicio del motín, que estalla por un asunto nimio, pero que tiene un trasfondo que es el día a día en el penal y la arbitrariedad del que ejerce el poder, aunque no lo detente, de la maquinaria represiva; y como, una vez se descontrola todo, hay que buscar una manera de poner orden: buscar a alguien que sepa hablar, negociar y tenga las cosas claras (Mrak); imponer orden dentro del caos y establecer un nuevo poder que organice y controle todo. Vamos volver a la situación inicial, pero con otros personajes al mando.
Al final, la prisión se convierte en el reflejo del estado en un espacio rodeado por aquellos contra los que se rebela, pero a los que imita para poder sobrevivir un día más. Y es un reflejo en todos los aspectos, ya sean de imitación de la organización como en las intimidades, sentimientos y debilidades humanas.
En la prisión controlada por los reclusos se citan todas las miserias del hombre: arbitrariedad, violencia, borracheras, saqueos, violaciones, torturas, chivatazos, desconfianza, desidia... todo resultado del miedo y de la ignorancia de saber cuanto más durará esto.
A pesar de tratar la cuestión del poder y de su uso arbitrario, ya sea dentro de una organización política o dentro de una situación excepcional, creo que al libro le falta algo, sobre todo en lo narrativo, se hace disperso, falto de ritmo, no sé hasta que punto era necesario el paralelismo con Masada, creo que no le aporta nada. 
Lo que sí que resulta interesante y no lo trata especialmente, es el éxodo de post-guerra, el cual es muy simbólico: se marchan de Francia en tren, dentro de un vagón de ganado y pasan su primera noche en una prisión sin cerrojos en las celdas, a falta de viviendas. Creo que eso hubiese sido mucho más interesante, ver como evolucionan los sueños perdidos del padre de Keber, pero quizás eso es otra novela.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Avenida de los Gigantes.

Avenida de los Gigantes es una novela que te deja con una doble sensación. Tiene una introducción interesante (sobre todo en el resumen de la contraportada), pero el desarrollo es bastante plano, supongo que es la intención del autor, y un desenlace en el que se exhibe todo aquello que se ha ocultado, aunque está latente durante la narración, sobre todo en la segunda parte del libro.


La novela inicia su narración el día que asesinan a JFK, día en el que el protagonista decide acabar con la vida de su abuela y, por extensión, y según él, por caridad, la de su abuelo. Acaba encerrado en un hospital psiquiátrico tras confesar su crimen a sus padres, que viven separados, y por los que profesa sentimientos contradictorios, admira y ama a su padre, lo cree víctima de su madre y su esposa; y odia a su madre, a la que ve que actúa como su abuela con su padre.
Las particularidades que caracterizan a Al Kenner son su físico (2,20 metros de altura) y su inteligencia. Pero a pesar de su inteligencia, se muestra incapaz de sentir ningún tipo de afecto, salvo por su padre y su abuelo, en tanto que los identifica como víctimas de las mujeres que los rodean (esposas y madres). Al mismo tiempo, es un volcán a punto de estallar, siente grandes impulsos criminales por las cuestiones más triviales, sin distinción del origen de las personas que los provocan. El desenlace de la novela deja bien claro este punto.
Durante su encierro en el hospital, establece ciertos lazos con un psicólogo, amante de las motos, como él, que intenta reconducir su conducta. En el centro, consigue, mediante sus trabajos en la lavandería y la biblioteca, convencer que está rehabilitado y que puede reincorporarse a la sociedad. Durante esos años, devora toda lectura sobre psicología, psiquiatría y psicoanálisis que cae en sus manos, lo que sumado a su inteligencia, le hace ser un gran entendido en la materia.
La salida del centro le obliga a ir a casa de su madre, que es la única localizable, ya que el trabajo que le proporcionan no le permite independizarse. Para huir de su madre, sale a beber a un bar de policías, donde conoce al jefe de la unidad de investigación criminal, con el que comparte sus impresiones sobre el autor de unos crímenes que se han sucedido durante esos años: muchachas asesinadas, con las vísceras al aire, exhibidas para mostrar que es su sello. Tal ayuda, le abre las puertas a colaborar con la policía, su sueño era poder alistarse e ir a Vietnam o, en su defecto, ingresar en la policía. Su físico es su problema, el que le impide el acceso a ambos cuerpos, lo que genera más frustración en su persona.
Esta historia, que incluye referencia a su infancia, se desarrolla en los años sesenta y, en paralelo, con la actualidad, donde Al recibe la visita de Susan, una asistente social que le lleva libros para que grabe audiolibros para invidentes, y a la que pide que algún editor le publique el libro que ha escrito sobre su vida.
Son esos años tan contradictorios en la costa Oeste de Estados Unidos, en los que se mezclan la contracultura hippy y contra la guerra del Vietnam, con los veteranos que vuelven de la guerra con sus traumas y secuelas y con las bandas de moteros, esto es algo más testimonial en la novela, que mezclan violencia y ese laissez-faire tan norteamericano.
Intuyo que el autor utiliza al protagonista para aunar todas esas contradicciones, tanto a nivel personal como de toda una sociedad. Una sociedad violenta y en crisis de valores, en la que la reacción es la ausencia de valores o unos valores nada convencionales y un pacifismo absoluto, llegando a ser contraproducente. Un combate contra unas estructuras en el que las fortalezas de éstas acaban por engullir y adaptar al sistema a todos los movimientos contraculturales, dejando escasos reductos, básicamente testimoniales.
En lo que respecta al protagonista, sus contradicciones son absolutas, quizás por el hecho de su desequilibrio mental, ya que profesa un odio absoluto a los hippies, sobre todo a las mujeres, por dejarse manipular tan burdamente, arrojándose a los brazos de cualquier hombre de la comunidad, solo por el hecho de seguir los dictados de esa nueva forma de vivir. Esto lo ejemplifica cuando Al se va a una comuna a buscar unas desaparecidas y todos los que llevan la administración de la comunidad son hombres. Pero, a pesar de esa aversión, sus instintos homicidas no los focaliza hacia ellos. Para Al, son mucho más ofensivos los desprecios de clase de los ricos republicanos, que ejemplifican su rechazo de la forma más obvia, mediante la imagen y la apariencia física.
La otra gran contradicción constante y generadora de sus problemas es su relación con su madre, a la que desprecia y odia profundamente, pero a la que acaba recurriendo cada vez que, tras un hecho traumático (ingreso en el sanatorio, accidente de tráfico...) tiene que reingresar en la rueda de la normalidad social y laboral, lo que acentúa sus problemas psicológicos. Obviamente, acaba matando a su madre, que es la catarsis de sus actos, que escenifica de forma macabra.
Lo destacable del libro es que el autor sabe ocultar hasta el final el desenlace de la novela, se intuye, pero parece que no va a suceder nunca, que son fantasías del personaje hasta que llega el desenlace en las páginas finales.
La novela tiene cierto interés, momentos brillantes, pero para mi gusto adolece de cierta cohesión y ritmo en la narración, le falta algo para que sea una novela brillante. A nivel formal, el lenguaje no se adorna y contiene excesivos alardes lingüísticos, sino más bien lo contrario, navega por un lenguaje estándard que hace que su lectura no sea densa ni complicada. Repito, creo que hay un problema de ritmo o de estructuración de los capítulos entre las idas y venidas temporales.

jueves, 10 de noviembre de 2016

L'embriaguesa de la metamorfosi.

Ya es mala suerte que la primera novela que leo de Stefan Zweig coincida con el programa de tele de la petarda de la Milà sobre libros (a ver de qué va el engendro, que veré si tropiezo pasando canales).
Había oído hablar de él, pero al ser un libro de la primera mitad del siglo XX, pues tenía cierto, pero absurdo, reparo. Me siento más cómodo leyendo cosas contemporáneas, como digo, es absurdo.
Pues la experiencia ha sido ciertamente grata, a todos los niveles, tanto de fondo como de forma.
Nos encontramos en un pueblo austriaco donde Christine. una joven pasa su vida de la oficina de correos donde trabaja a la casa donde vive y cuida de su madre enferma. Es una vida monótona, reiterativa, sin estridencias, sin ambiciones y sin estímulos. Una vida que nada te da pero que nada te exige.
Un día recibe un telegrama de su tía, que vive en EEUU y casada con un hombre rico, que la invita a pasar unos días en un hotel en los Alpes suizos. A partir de ese momento, su vida da un giro de 180º, por diversos motivos. Primero, por que conoce un mundo que queda no había imaginado jamás, lleno de lujo, carente de obligaciones laborales, de personajes que viven una vida que nunca ha podido imaginar. Entra en este nuevo mundo de manera tibia, temorosa y tímida, pero una vez superada la vergüenza de venir de donde viene, se deja arrastrar por la vorágine de esa vida de actos sociales, bailes, comidas, excursiones, carente de preocupaciones, donde el lujo y el servicio deslumbra a alguien que tiene más en común con aquellos que la sirven que con aquellos con los que comparte el día y la noche.
El título del libro se debe a esta parte del libro, puesto que el cambio que se produce en Christine es tan radical que le produce una embriaguez absoluta, casi perdiendo el horizonte y olvidando de donde viene y, que para su desgracia, esta forma de vida es temporal y tiene un corta fecha de caducidad.
Su estancia se ve interrumpida antes de tiempo, ya que al hacerse notorio el humilde origen de la invitada, la tía teme que se pueda descubrir su oscuro pasado, que no conoce su marido, y por el que se vio obligada a huir hacia América. A esto se añade la noticia del empeoramiento de la salud de su madre, que conoce tarde, ya que cuando regresa, ha fallecido.
La vuelta al pueblo supone un trauma para Christine, como lo es el saqueo que supone el reparto de las pertenencias de la difunta. Christine se vuelve más oscura, arisca, agria, no entiende que haya conocido un tipo de libertad que no podrá volver a conocer y que tendrá que conformarse con vivir enclaustrada en esa perdida oficina de correos, sin un futuro ni una esperanza.
Como válvula de de escape, decide ir a Viena, a pasar el día, a ver si puede rememorar, aunque sea como un retal, aquellos días de libertad. Aprovecha para visitar a su hermana y su familia, y acontece otro hecho que cambiará su vida, en el tranvía, su cuñado reconoce a un ex-compañero de filas, Ferdinand, con el que compartió frente y presidio, pero que tuvo la mala suerte de acabar atrapado en la guerra civil rusa, tras la Revolución de Octubre. La historia de desesperanza y de falta de fe en el futuro de Ferdinand crea un vínculo con Christine, que cree que se encuentra ante un alma gemela, en la que ha calado la desesperanza y repudia a todos aquellos que son unos conformistas, que justifican su situación y que no hacen nada por revertirla.
La relación se va asentando, pero la desesperación de no tener un sitio en el que poder estar solos y tranquilos, en no tener un poco de dinero para poder tener una habitación en la que compartir sentimientos e intimidades, les genera una frustración aún mayor, que los aboca a plantearse el suicidio como único camino hacia la libertad. 
Al final, una visita de Ferdinand a la oficina de correos, tras haber perdido su trabajo, hace que se planteen una alternativa al suicidio, robar al Estado la vida que les has robado a ellos.
Me ha gustado y sorprendido mucho, creo que ha sido un gran acierto, a pesar de mis recelos iniciales. Tanto la prosa, la forma de escribir, las metáforas que utiliza son de gran exquisitez y contundencia, lo que dice y cómo lo dice, sin hacerse pretencioso, ni recargado, ni cursi, ya que describe un mundo muy banal, superfluo, pero ni así parece que el lenguaje usado sea improcedente.
Pero el auténtico valor del libro es lo que explica, el marco en el que sucede todo: la Austria derrotada de postguerra, en la que las clases bajas y medias han perdido todo por culpa de la I Guerra Mundial, desde lo material a la dignidad, desde la esperanza a la vida. Nos describe un mundo en crisis, una sociedad en crisis, que sigue rota y fracturada y que la gran masacre que ha acontecido, parece que no ha servido para nada, solo para hacer insufrible la vida para los que la padecieron.
Creo que la oficina de correos representa el paradigma de lo que era Austria al final de la guerra, un país sin futuro en el que, a pesar de la derrota, de la desaparición del Imperio, parece que no haya pasado nada, que todo es inmutable, como esa oficina en la que todo está reglamentado y todo tiene que quedar igual que el día anterior, como si no hubiese pasado nada.
Mientras que los días en el hotel suizo representan aquellos locos años veinte tan típicos y tópicos, que lo serían para unos cuantos, en los que la vorágine social engulle a Christine, que se olvida de todo, tanto de su familia, la de su pueblo, como de sus tíos que la invitan, como de su origen y del origen de todos aquellos que hacen que esa rueda de diversión, lujo y placer continuo no pare. Ese contraste es permanente en la novela, constatando lo contradictorio de aquello años.
Continuaremos leyendo a Zweig, a pesar de la Milà.

martes, 25 de octubre de 2016

Asesinos sin rostro

Volvemos a una relectura, en esta ocasión el debut de Kurt Wallander como personaje de cabecera de Henning Mankell, Asesinos sin rostro.




El inicio de la serie de novelas de Wallander es una meritoria narración sobre los acontecimientos que envuelven a un horrendo crimen cometido sobre dos ancianos agricultores en una granja de Escania, al sur de Suecia.

Una vez hallados los cuerpos de la pareja de ancianos, sometidos a una violencia gratuita, rozando la tortura, Wallander se encarga de la investigación. Ésta se realiza siguiendo el sentido común y la metodología, que en aquellos momentos, años noventa, se cree que es la adecuada y la que permiten los medios (olvidaos de CSI y similares). Entre las escasas pistas, tienen el nudo corredizo que rodeaba el cuello de la anciana al ser hallada, con un hálito de vida, y las última palabras de ésta, "extranjero".
La investigación comienza en ese punto y con todos los conocidos de la pareja asesinada: hijos, vecinos, familiares...

En paralelo, y como consecuencia de una filtración de a la prensa de esas últimas palabras, Wallander se encuentra con una complicación añadida, el brutal asesinato de un refugiado africano, que le obliga a redoblar el esfuerzo para hallar a todos los asesinos. Esta trama se resuelve de manera más rápida, a partir de declaraciones de testigos y de una torpe denuncia de uno de los culpables, ex-policía. Esta parte puede parecer superflua, pero tiene su sentido en el conjunto de la novela, ya que trata sobre un tema muy candente en ese momento de la historia y que preocupa mucho a Mankell, la inmigración y sus consecuencias y efectos sobre una sociedad cambiante.

La investigación de Wallander le lleva a descubrir la doble vida del anciano asesinado: había hecho tratos con los nazis durante la guerra, consiguiendo unos suculentos ingresos, que ocultaba a toda su familia; había tenido un hijo con otra mujer, a la que le entregaba dinero regularmente como manutención.

Toda su vida profesional se mezcla con la personal: se acaba de separar de su mujer; no ve a su hija emancipada, que tuvo un intento de suicidio; su padre comienza a dar síntomas de un deterioro alarmante, hasta creer que tiene demencia; su mejor amigo en la policía está enfermo de cáncer; y la fiscal suplente le genera una serie de sentimientos que le llevan a actuar puerilmente.

Creo que el personaje de Wallander lo construyó Mankell para dar su visión de como estaban los tiempos cambiando a partir de la caída del Telón de Acero. Esta novela es de principios de los noventa, con el derrumbe del sistema comunista y las ingentes cantidades de ciudadanos de esos países huyendo hacia Occidente.

Mankell vehicula en Wallander todos aquellos temas que le preocupan del mundo y momento que le toca vivir: el principal motivo del libro es la inmigración y sus consecuencias. Le preocupa como y donde vive la gente que viene de fuera, cómo lo percibe los suecos que reciben a toda esa nueva población, qué hace el gobierno para gestionar la situación, cómo rebrotra la xenofobia y el nacionalismo identitario que reacciona de manera violenta (el asesinato del inmigrante y el incendio de un campo de refugiados, son las máximas expresiones en el libro). 

Otro tema que preocupa a Mankell es cómo se puede llegar a esa violencia extrema en el paraíso sueco. Ve esa violencia como un signo de cambio de la sociedad, hasta el punto de replantearse si para esos nuevos tiempos hace falta una nueva policía. Como curiosidad, la policía va desarmada. En el desenlace de la novela, Wallander se sorprendre, ante la reacción de uno de los asesinos, de ir a detenerlos y no llevar su arma reglamentaria.

Es una lectura sencilla, concisa, sin artificios, con el ritmo justo para seguir con ánimo la lectura. No hay un virtuosismo lingüístico, ni la temática la necesita ni lo pretende.

Respecto al género, no es una novela al uso. Sí que hay unos asesinos, un policía que busca la resolución y la justicia, pero el interés del libro va en lo que hay en segundo plano, en esa sociedad que está cambiando, que reacciona sin sentido, con una violencia inusitada. Wallander no es un policía superdotado, una mente privilegiada que abruma con sus argumentos y deducciones, ni un implacable policía que venera la ley y la cumple a rajatabla.





viernes, 7 de octubre de 2016

Vacilación

Ha sido una grata sorpresa y un gran acierto, sobre todo por haber sido escogido al azar, sin referencia alguna, salvo que el autor es el creador de La naranja mecánica. Esa fue la única referencia, y por que lo leí en la solapa interior.




La novela discurre durante la última misión de un espía británico, Dennis Hillier, que, durante los años de la Guerra Fría, debe cruzar el Telón de Acero para traer de regreso a un científico británico, Roper, que desertó y se marchó a la Unión Soviética. Este científico es un amigo de la infancia y compañero de estudios del espía.

Durante el encargo, Dennis se tropieza con una serie de singulares personaje, tanto en el crucero que realiza rumbo al Mar Negro, y que le sirve de tapadera, como cuando rememora su pasado en relación a Roper. En este viaje, el turístico y el de los recuerdos, Dennis tropieza con los curas del colegio en el que se educó; con los hijos de un millonario con los que comparte viaje, un niño de 13 años con hechuras de dandy y su hermana, una devoradora de teoría sexual pero ignorante de la práctica; con un agente neutral y su atractiva ayudante, que se dedica a vender información al mejor postor, sin posicionamiento alguno, salvo el de su bolsillo; con un camarero de cubierta, que en realidad es un agente de su gobierno con el encargo de "jubilarle" y eliminar la molestia que suponía Roper para un importante político inglés.

El final de la lectura es realmente sorprendente, sobre todo, por todo lo que describe durante la narración previa, pero a través de las reflexiones durante el encuentro final en Dennis y Roper, se intuye algo, pero no lo que sucede al final.

El libro tiene una importante carga irónica y humorística, pero va mucho más allá, las situaciones son cómicas en muchas ocasiones, pero la comicidad viene de lo serias que son las cosas que se tratan alrededor de los hechos.

Toca los grandes tema de la vida: la religión, la política, el deber, la guerra, el sexo, la familia, el poder... Entre un abanico tan grande de temas, hay momentos que invitan a una profunda reflexión, entre estos destacarían el tema de la II Guerra Mundial, la responsabilidad, la culpabilidad, quién debe asumirla, si es absoluta o es compartida. Es curioso que mediante el personaje de la mujer de Roper, una alemana, se trate sobre la responsabilidad británica por no parar a Hitler y que recaiga sobre sus hombros parte de la culpa sobre tan cruenta guerra.

Luego, está todo el tema de la fidelidad, en todo su espectro, desde la fidelidad conyugal hasta la religiosa, pasando por la patriótica. Cómo incide en el pensamiento personal este concepto y la forma en la que nos comportamos respecto a él. Roper es víctima de su fidelidad a su mujer, que ya era prostituta en Alemania y que continúa su profesión al trasladarse a Londres; Dennis es víctima de la fidelidad al estado que le envía a su última misión y es este estado el que quiere asegurarse de que no habrá más misiones ni más Dennis; y la fidelidad de ambos hacia una religión en la que no tienen fe, pero a la que se agarran para justificar sus decisiones y su vida, como aquella cosa que hay en el fondo del subconsciente y a la que se regresa como salvavidas o como aquello que le da sentido a la existencia.

El libro también deja un áurea de modernidad absoluta, ya que muchos de los temas tratados entonces y como los trata, podrían ser escritos por un escrito actual con una gran osadía. Se plasman ideas que, a día de hoy, parecen novedosas y rompedoras, pero que ya aparecen en este libro, que fue escrito en 1966.

Es una gran lectura, la cual, creo, necesita una relectura con papel y lápiz para anotar todo aquello que nos lleve a profundizar y reflexionar sobre lo que nos explica Anthony Burgess.



miércoles, 21 de septiembre de 2016

Los crímenes del jorobado

No sé como tratar este libro, curioso sea la palabra más adecuada. Para justificarlo, contextualizo. La novela no se concibió como tal, sino como como un serial por entregas en un diario de los años 1930 en Japón, creo. Además, está narrado en primera persona, rememorando unos hechos ocurridos tiempo atrás.

Los crímenes del jorobado son las desventuras de Minoura, un joven que se enamora de una compañera de trabajo, pero que a partir de aquel momento comienzan a cruzarse en su vida una serie de desgracias, desde el asesinato de su novia, al asesinato de un amigo de Minoura que investiga la muerte de Hatsuyo y cree tener la solución hasta las desventuras que vive para poder resolver los crímenes y encontrar al culpable.
Junto a Minoura nos encontramos con Moroto, un joven médico, algo mayor que Minoura, que está enamorado de este y que una vez que es rechazado, decide contratar a una casamentera para intentar casarse con Hatsuyo, como venganza contra Minoura.
Al final, la sucesión de asesinatos, entre los que se incluye los de un pequeño acróbata de circo en casa de Moroto, hacen que éste se replantee su odio hacia Minoura y se dedique en cuerpo y alma a ayudarlo para encontrar al culpable.
Las investigaciones les llevan a la isla donde creció y donde todavía vive la familia de Moroto. En la isla viven una serie de peripecias para tratar de confirmar la sospecha que tienen, que el asesino es el padre deforme de Moroto. La isla está llena de personas que presentan todas un defecto físico, resultado del odio que tiene el padre de Moroto al mundo, llegando a crear dichos tullidos y deformes, mediante sádicos comportamientos, tales como encerrar a un niño en una caja con la cabeza fuera, para evitar que su cuerpo se desarrolle con normalidad, con el objeto de venderlos como atracción de ferias, una cosa bastante habitual en aquellas épocas.
La novela es un homenaje a las novelas de detectives del siglo XIX, las de Edgar Allan Poe y las de Arthur Conan Doyle, ya que cita en alguna ocasión a los detectives de cabecera de ambos: Dupin y Holmes. La novela está escrita con ese mismo estilo, de ir diciendo cosas pero dejando cosas por esclarecer, para retomarlas posteriormente cuando se esclarecen los hechos, cosa que critica en la novela, pero que él hace.
Es una curiosidad, no es una novela crucial, ni caudal del género, es una singularidad, tanto por la forma de escribirla, por como trata el tema, por la trama (que es muy clásica, crimen-investigación-resolución) y por como trata algunos temas, que para la época nos creeríamos que eran más tabús.
Es curioso el tema de la homosexualidad, tratado con bastante naturalidad, pero en el que está todavía muy presente ese prejuicio y esa manera de definir la orientación sexual como una perversión y una aberración.
Luego está todo el papel de los discapacitados y su constante presencia en la novela, se puede intuir una cierta crítica a su confinamiento, visto que son vistos como algo anormal, como una anomalía en la sociedad que debe esconderse. El capítulo final parece entrever esta posición.


Sobre los personajes, poca cosa a decir, son muy típicos y tópicos de aquella forma de escribir: villanos, héroes fortuitos y timoratos, víctimas con muertes trágicas y una resolución feliz, a pesar de la cantidad de sangre derramada y de los infortunios de las víctimas.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Peores maneras de morir.

Estamos ante la última entrega del comisario Méndez, aquí se acaban las aventuras, desventuras y los pensamientos del singular inspector de la policía que se mueve por lo más recóndito de la geografía barcelonesa.
Y es la última entrega por que, por desgracia (aunque no hay nada eterno), el autor, Francisco González Ledesma falleció un par de años después de publicarla.
Nos encontramos de nuevo a Méndez mezclando lo mejor y lo peor de la sociedad, los barrios altos y luminosos, con los barrios bajos y grises, lo que no quiere decir que haya una correlación entre lo mejor y los barrios altos y lo peor y los barrios bajos. Básicamente, hay una mezcolanza de todo.


A partir del asesinato de dos mujeres en un piso de un edificio que está a punto de ser desalojado para su demolición, González Ledesma nos introduce por el sórdido mundo de la prostitución y de la trata de blanca, bueno, el comercio de mujeres, sea cual sea el color de su piel, para dotar a los burdeles de todo tipo, clase y distinción de mercancía necesaria para satisfacer la demanda de todo tipo y condición.
Con Méndez volvemos a descubrir un sinfín de personajes de todo pelaje, pero en esta ocasión, se centra en gente de postín, abolengo y gran cartera, sobre todo gran cartera. En la procesión de personajes nos encontramos con el magnate del tráfico de carne, que obviamente está muy bien relacionado (participa en los programas de caridad del obispado); una joven ucraniana, obligada a prostituirse, que huye de la organización y que usa todo su odio para huir y vengarse; una mujer de la alta sociedad, joven viuda, que dedica toda su vida a la caridad y la virtud católica; una vieja ex-prostituta que acoge a la fugitiva ucraniana, en la que le pesa la pérdida de un hijo cuando era joven; y un sinfín de sicarios sin entrañas, ni escrúpulos, todo frialdad, entre los que destaca un castigador profesional de fugitivas, el cual tiene un final atroz (desde el punto de vista masculino).
Ledesma trama una historia como excusa para hablar de lo de siempre, de la falsedad de la sociedad, de la ley y de la justicia. A la trama solo se le puede pedir consistencia, que tiene en gran parte, aunque quedan hilos colgando. En esta ocasión Méndez es menos Méndez, sobre todo por que Barcelona deja de ser un personaje, pasa a ser un mero escenario, ya no hay esa añoranza de un pasado, no se sabe si mejor, pero sí con un espíritu, una humanidad que la actual ciudad no transpira.
Tengo la sensación que esta novela fue más una obligación que un deseo o resultado de la voluntad, una manera de cerrar el círculo del carismático y singular inspector, pero que no ha conseguido ese objetivo. No se puede decir que sea un mal libro, pero no es más que un libro correcto, pero al que le falta alma, mucha alma, toda la que en otras ocasiones destilaba el protagonista, como observador privilegiado de los lugares más y menos privilegiados de la ciudad.
El tema sobre el que escribe, el tráfico de mujeres y la ley, cómo la ley no castiga al traficante con la contundencia que debería, habida la magnitud del delito y la falta de escrúpulos y moralidad, es algo que está ahí, que no está disfrazado, ni escondido, que está en las calles y en las carreteras, a pie de asfalto o en los innumerables clubes de neón que salpican toda la geografía, pero que hay otro nivel, uno en el que en los lugares más discretos y más refinados, se pueden encontrar verdaderos pozos de cieno en lo que se hunde la condición humana, tanto la de la mercancía como, más aun, la del comprador.
Hay momentos en los que parece que tanto Méndez, como el propio Ledesma, hayan perdido la fe en la humanidad, en la justicia y en la ley, sobre todo en la ley, y que a pesar de ser un personaje con cierto aroma reaccionario, no pierde la noción de justicia en ningún momento, pero parece no creer ya en la democracia y sus valores, de los cuales siempre ha sido escéptico, sobre todo empieza a dejar de creer en el que todo el mundo tenga derecho a la vida, sobre todo aquel que no ha respetado nunca la ajena, ni su vida, ni su libertad.
Hasta aquí llegó Méndez, siempre nos quedará su re-lectura, sobre todo para recordar aquellas calles que, el dinero, la avaricia y el olvido, han hecho desaparecer y que se van difuminando en nuestro imaginario y recuerdo.



miércoles, 17 de agosto de 2016

F

Este es un libro en el que no he entrado en ningún momento. Supongo que es por como está estructurado, son diversos momentos en la vida de una familia singular: un padre que tiene tres hijos con dos mujeres diferentes, dos de los cuales son gemelos. En la primera parte, nos encontramos con el padre que lleva a sus tres hijos a un espectáculo de hipnotismo, que tendrá unas consecuencias drásticas en la vida de todos, en especial del padre. Esta primera parte narra este hecho y cómo se conocieron los tres hermanos.




La parte central trata sobre como ve su vida cada uno de los tres hermanos en relación a su elección en la vida, tanto en lo personal como en lo profesional: uno se ha hecho cura, es agnóstico, bueno falto de fe, poco ambicioso y glotón; uno de los gemelos es un supuesto gestor de patrimonios de éxito, pero al que la falta de crítica y el rodearse de mediocres, para enmascarar su propia mediocridad, le lleva a malas inversiones y a tapar agujeros de unos provocando otros en otros y que todo su afán en la vida consiste en hacer lo que todo el mundo espera que haga, a parte de su adicción a la automedicación; y por último, el otro gemelo, que es crítico de arte, homosexual y pintor, relativamente, frustrado, digo relativamente por que consigue hacer de un pintor semidesconocido a alguien imprescindible en cualquier pinacoteca, pública o privada, pero que en realidad es él quien pinta y no el pintor. 
La parte final es un intento de reconducir todo lo anterior, usando como guía el funeral del hermano dado por muerto. De hecho, lo está, pero como muere en un lugar que nadie conoce, no lo saben a ciencia cierta, pero se le declara fallecido.
Creo que es un libro sobre expectativas, las propias y las ajenas, de como cumplirlas para no defraudarse a uno mismo y, sobre todo, a los demás. Es un libro en el que se cuestiona todo a nivel personal: fe, familia, amistad, felicidad, coherencia, legalidad, relaciones sociales. Viaja sobre un sinfín de aspectos de la forma de vida actual, la occidental y la eminentemente urbana, dejando en el texto reflexiones sobre cada aspecto: desde la televisión, a la forma de hacer dinero, el valor del arte, la notoriedad pública, las modas... Mediante reflexiones de los personajes deja el tema flotando para que el lector haga la correspondiente reflexión sobre cómo actuamos, cómo debemos actuar y si tanto lo uno como lo otro tiene un sentido cierto.
La forma de narrar es algo difusa y confusa, creo que es lo que hace que cueste llegar a entrar en el libro, de descubrir cual es el ritmo narrativo y el sentido que debe tener la estructura del libro. Es por todo esto que el libro me ha dejado frío, ni me ha gustado, ni me ha desagradado, dejándome con una sensación extraña y con la indecisión de si volveré a leer otro libro de Daniel Kehlmann.

miércoles, 27 de julio de 2016

La neu era bruta.



Es la primera novela que leo de Georges Simenon, cogida al vuelo de las estanterías de la biblioteca y sin mirar el resumen de la contraportada. Simenon es famoso por crear al inspector Maigret, por lo que deducí que la novela estaría protagonizada por el mismo. Pues no, nada que ver con el celebérrimo personaje.



Una vez superada esa pequeña sorpresa, o absurda deducción, creo que la decisión fue acertada. Que el azar me guiase a la hora de elegir la primera lectura de Simenon.
La novela discurre en la Francia ocupada por los nazis, durante un invierno y el protagonista es un joven, un crápula, un vividor, hijo de una madame que regenta una casa de citas en un piso de un bloque de apartamentos, de la ciudad en cuestión.
La novela está estructurada en tres partes. En la primera, se describe el ambiente y los círculos sociales, de los bajos fondos, básicamente, por los que se mueve Frank y como se desarrolla la vida de los habitantes de la casa de citas: el propio Frank, su madre, las chicas, y, por extensión, de los vecinos. El hecho de dedicarse a la prostitución les otorga un estatus económico que es la envidia de sus vecinos, a los que Frank trata y mira con desprecio.
En la segunda parte, Simenon profundiza en Frank y ese desprecio que siente hacia el resto de la sociedad y este alcanza la cumbre cuando, una vez seduce a su vecina, la engaña haciéndola creer que se van a acostar juntos y pretende entregársela a un socio de fechorías. El plan se desbarata y supone un punto de no retorno en la vida de Frank, por todo lo que acaba provocando en su interior y en su forma de ver la vida. Este cambio de perspectiva no es inmediato, es paulatino, y se acusa en el momento en que es arrestado y llevado a un colegio donde permanece confinado y es sometido a continuos interrogatorios.
La tercera parte comprende la mayor parte de su reclusión y de como Frank se la toma como un desafío contra sus interrogadores, contra el mundo y contra sí mismo. Como en una carrera de fondo, en la que sabes que no tienes fuerzas para llegar a la meta, pero que te esfuerzas por llegar lo más lejos posible.
Bueno, el libro es mucho más complejo que lo hasta aquí explicado, sobre todo en lo referente al protagonista y su evolución. Pero también está todo el trasfondo en el que se desarrolla la historia. Una ciudad ocupada, en guerra, con todas las dificultades, la escasez, la necesidad, el miedo, el hambre, la traición, la codicia, la venganza, el odio, la envidia... Todas las miserias humanas puestas en un escaparate, de forma directa, pero sin artificios, ni buscando ningún tipo de sensacionalismo.
Es un reflejo de la naturaleza humana: las relaciones de poder a todos los niveles; las relaciones con el poder; la ocupación y sus lagunas, esos vericuetos entre los que los más listos, los que tienen mejores contactos, los que tienen menos escrúpulos encuentran su modus vivendi, que les permite no padecer el rigor de la guerra como al resto.
Destaca la última parte, en la que parece haber una especie de reto entre Frank y su interrogador, al que le atribuye unas capacidades y una inteligencia que le suponen un reto, que sabe que va a perder, pero que su motivación no es otra que hacer que el reto dure el máximo tiempo posible.
Creo que el gran acierto de esta novela es que no es lo que parece, que cuando la trama parece que discurre en un sentido y hacia un desenlace, realiza un giro completo, tanto de trama como de temática. Lo que comienza siendo una novela sobre los bajos fondos en una ciudad ocupada va derivando hacia la introspección, la reflexión y la expiación de los pecados del protagonista.

miércoles, 13 de julio de 2016

El ejército furioso.

Cuando acabo una lectura, rara vez planifico la siguiente, aún sabiendo que quedan pocas páginas. Cuando me sucede acaba recurriendo a uno de mis habituales, en esta ocasión fue Fred Vargas, de la que ya me queda poco por leer, así que me toca buscar otro habitual.
Y Vargas o es Adamsberg o son los Tres Evangelistas, pero principalmente es Adamsberg, como es el caso.



En esta ocasión, a partir de un homicidio perpetrado con miga de pan, Adamsberg regresa a Normandía, donde llega tras escuchar los ruegos de una madre que le explica que su hija ha visto a un ejército fantasma que anuncia la muerte de aquellos que deben pagar por sus fechorías, pero que la justicia y la ley no han sido capaces de hacerles pagas. Paralelamente, se encuentra con el asesinato de un magnate industrial, miembro y pilar de la sociedad y, casi, del estado francés. El magnate aparece quemado en su coche, modus operandi que apunta a un joven extrarradial que se dedica a quemar coches de alta gama, pero siempre vacíos.
Ambos casos corren en paralelo, pero son los acontecimientos que transcurren en Normandía el eje de la narración.
Volviendo al argumento, durante la visita, ante la curiosidad que despierta en la singular mente de Adamsberg, aparece muerto uno de los condenados por la Mesnada Hellequin, que es como se llama el ejército en cuestión, y es agredida una anciana con la que Adamsberg entabla cierta amistad, y que descubre el muerto.
Desde ese momento, se inicia la investigación para averiguar quien ha sido el asesino y sí es cierta toda la palabrería que corre alrededor de la leyenda de la Mesnada, si los otros que fueron anunciados como víctimas mueren o no. Los acontecimientos parecen dar cierta credibilidad a la leyenda, ya que los otros dos anunciados aparecen asesinados, pero, a pesar de que Adamsberg es muy dado a no despreciar leyendas y mitos, también lo es a que exista una lógica, a la que llega de forma retorcida e intuitiva, en todo lo que ocurre.
Como siempre con Vargas, el desenlace suele ser bastante ingenioso, poco previsible, encajado con cierta lógica en el desarrollo de los hechos y en la forma de ser de los personajes.
Creo que el principal mérito de Vargas es la composición de todos sus personajes, el construir unos personajes altamente singulares, que un sinfín de particularidades, que supongo, reflejan la diversidad humana, pero que lo hace más latente al hacer que sus particularidades sean altamente extremas. En esta ocasión, destaca Émeri, un policía que es descendiente de un mariscal napoleónico y que toda su vida y personalidad gira alrededor de su devoción hacia él. Todo el personal al servicio de Adamsberg es singular y particular, todos están lejos de la anodina normalidad.
Vargas sin buscar, como sí hacen otros cultivadores del género, un sentido crítico a sus novelas, siempre deja una composición en la que se ven muchos de los déficits humanos: avaricia, codicia, odio, venganza, rechazo, temor a lo desconocido y lo oculto...
La creencia en la Mesnada es el ejemplo claro de ese temor, de como lo irracional se convierte en tradición y se incuba en la mentalidad de una sociedad, a pesar de que los argumentos racionales y la falta de pruebas constaten que no existe motivo para ese temor.
Las novelas de Vargas no dejan de ser una dicotomía entre la razón y lo irracional, cosa que se refleja en la pareja Adamsberg-Danglard. Danglard es la mano derecha de Adamsberg y refleja toda la racionalidad, el sentido crítico y el método científico, contrapunto a Adamsberg, que se mueve mucho mejor en el campo de la intuición, de los sentidos, de lo etéreo para acabar llegando al mismo fin, que es impartir justicia.
Es una lectura llevadera, bastante ágil, que no defrauda, ya que sigue los cánones que Vargas ha marcado para este personaje, para lo bueno y para lo malo, pero que parece no agotar al personaje, como sí que ocurre en otros casos. Creo que el peso de la vida y los tormento personales del protagonista son muy puntuales y no son una losa que deba soportar, no como pasa con otros novelistas, donde esa carga se hace excesiva y acaba agotando al personaje.

martes, 28 de junio de 2016

El péndulo de Foucault.

Había oído de la inaccesibilidad que suponía la lectura de El péndulo de Foucault, rumores, no sabía por entonces si con fundamento o sin él.
La cuestión es que El nombre de la rosa me gustó, a pesar de que las primeras 150 páginas se me hicieron cuesta arriba; pero La isla del día después me dejó bastante perplejo. Al final, la curiosidad se impuso y me puse manos a la obra.
Tengo el defecto/manía/virtud de leer, fundamentalmente, en el metro. Lo cual no favorece la lectura de según que libros. Éste es uno de ellos.
Creo que es un libro que no deja a nadie indiferente, o lo adoras o lo repudias. Es un libro de los que te puede provocar el abandono de su lectura, la tentación ha existido, pero mi tozudez ha sido mayor y acabé su lectura.
De lo dicho, se desprende que no ha sido una lectura que me haya gustado, no es que sea mala, es que es muy cansina, pesada y recargada. 
Sacando la escopeta se podría definir como un ejercicio de erudición sobre la cábala, los templarios, los rosacruces, sectas, sociedades secretas, masonería y cualquier superchería organizada alrededor de personajes singulares.
Me voy a inventar una forma de definir su desarrollo. Es como un 9, es una historia circular, el inicio es casi el final, y que tiene un final lineal, cronologicamente hablando. Vamos que la mayor parte del libro es el circulo superior del 9 y el final el palito.
Al final del libro me he quedado con la duda de si todo es un invento o una paranoia del narrador, Casaubon, o si es real.
Sobre el argumento, a partir de un mensaje a medias proporcionado por un "estudioso" de la Orden del Temple, tres eruditos se dedican a su descifrado y a buscar el plan que se supone que existe a partir de lo descifrado. A partir de ese momento es un ir y venir de templarios, caballeros, reyes, sabios, religiosos, cabalistas, aventureros, iluminados... que intentan encontrar el eslabón perdido del plan trazado por los templarios a partir de su disolución, que se supone que se tendrá que explicitar en un futuro lejano.
El libro es complejo, básicamente por el exceso de información sobre lo oculto, además aderezado con lenguaje literario, lo que hace que su lectura requiera un alto poder de concentración. Tiene muchas reflexiones interesantes, pero se diluyen bajo ese corpus del secretismo templario, cabalístico.
Lo que no me ha quedado claro es el partido que toma el autor sobre el tema que sobrevuela en toda la novela, la cuestión de la fe, de la ciencia, del saber. Parece, en muchas ocasiones, que se posiciona en ese origen mágico, ancestral del saber, que sin ser científico, que está plagado de superchería y supersticiones, cómo algo superior a la propia razón y ciencia.
Parece que le moleste la arrogancia de la razón de la ciencia sobre las creencias primigenias. Parece que sacralice el saber espiritual, pero, quien sabe, igual su intención es la opuesta, de ahí mis dudas.
Tiene momentos en los que deja al descubierto las contradicciones entre la teoría y la práctica a todo los niveles: político, social, económico. Hace que los que son defensores de la razón, inmersos en su búsqueda del secreto templario, cada vez son más escépticos, tienen menos problemas en creer cosas que son incongruentes.
Otro problema que le encuentro, son las historias en paralelo que aparecen, para acabar siendo irrelevantes para la historia: los recuerdos de la II Guerra Mundial de Belbo, la estancia en Brasil de Casaubon...
Parece el manual del conspiranoico, apararecen todas las conspiraciones y todos los teóricos culpables de los males del mundo: templarios, judíos, jesuítas, rosacruces, masones e infinidad de otras sectas, ritos, adoradores, fieles y seguidores de mitos y leyendas, de oriente, de occidente, de África, de Asia...
El libro tiene un desarrollo muy lento, debido al afán enciclopédico y a las idas y venidas de las diferentes subtramas. Cuando parece que coge ritmo, a partir del segundo tercio, llegamos a un final bastante absurdo y retorcido, para acabar de forma insulsa y apresurada.

martes, 24 de mayo de 2016

El asesino de policías

Otra vez novela policíaca, pero nos vamos a Escandinavia. Pero no, no es ninguno de los autores actuales, los que se han puesto de moda a partir de la trilogía de Millenium de Stieg Larsson (tetralogía, ahora, para seguir exprimiendo a la gallina de los huevos de oro).

No, en esta ocasión el libro en cuestión es de los precursores, para Henning Mankell sus maestros, de la actual ola de novela negra nórdica, Maj Sjöwall y Per Whalöö. Es uno de los diez libros de esta pareja de escritores que protagoniza el comisario Martin Beck. Sí, es una costumbre de la mayoría de escritores del género el tener un personaje que articule toda su obra. ¿Será por querer convertirlos en casi mitos, como hizo Arthur Conan Doyle con su Sherlock Holmes? Quien lo sabe.


La novela trata sobre la investigación que inicia Martin Beck, como Jefe Nacional de Homicidios, sobre la desaparición de una mujer en pueblo de Escania, al sur de Suecia. La investigación gira en torno a dos sospechosos: el ex-marido de la desaparecida y un condenado por delitos sexuales (que aparece en la primera novela de estos autores Roseanna) que tiene como vecino. Las primeras pesquisas se centran en saber si la mujer se ha ido por su propia voluntad o si está muerta. Hasta aquí, no deja de ser lo clásico, investigar e interrogar a los posibles sospechosos para saber cual ha sido el destino de la desaparecida. Finalmente, unos excursionistas hallan el cadáver de la desaparecida, y a partir de ahí comienzan las pesquisas para hallar al asesino. En medio de la trama, se inserta otra trama, que parece no tener ninguna relación, en la que, tras un tiroteo, mueren un ladrón, un policía, de forma accidental, y resultan heridos dos policías más, mientras que huye un segundo ladrón. Es la caza de este "asesino de policías", la que lleva a descubrir el elemento que permite atrapar al culpable del asesinato de la desaparecida.

La curiosidad del libro es ver como se resolvían los casos apenas hace 40 años, ya que la novela es de 1974. Como las técnicas de investigación y los medios nos parecen tan antiguos, donde un ordenador es algo testimonial, donde no hay teléfonos móviles, ni internet, ni tan siquiera existían los análisis de ADN.

Sobre el protagonista, Martin Beck, parece ser una persona escéptica, taciturno, meticuloso, analítico, tanto en su trabajo, como en su vida personal. Es el cronista de la sociedad sueca de ese momento, ejerce como tal, disecciona y trata de explicar el porqué de los hechos, ya sean en el ámbito de la investigación, como en sus relaciones laborales, sociales y personales. Es un ojo crítico, que se cuestiona hasta a sí mismo.

Narrativamente, es bastante sencillo, no hay florituras, ni adornos, se va al detalle en aquello que puede ser pertinente en una investigación, con su vocabulario técnico, pero para nada en exceso. El objetivo es contar una historia y articularla para que todo tenga sentido. Como casi el 99 % de las novelas de este género, el desenlace es acelerado. Una vez tienes la prueba, todo pasa muy deprisa. Creo que es una cosa que no saben solucionar, o quizás, si todos hacen lo mismo, no hay otra forma de hacerlo.

Vayamos a lo realmente interesante del libro. Para Maj Sjöwall y Per Whalöö, la novela negra es una excusa, un vehículo, una forma amena y poco farragosa para hablar de como está el mundo y la sociedad en la que viven. La crítica que cae sobre la sociedad y la política sueca de esos años, recordemos que es el año 74, una vez ha estallado la crisis del petróleo, es feroz: se critica al gobierno, al estado de derecho, a la politización de la policía, la corrupción, la falta de expectativas para los jóvenes, a la degeneración de las prácticas policiales, la represión, la prensa y su tendenciosidad y amarillismo. Leyendo este libro, el mito de la socialdemocracia se derrumba como un gigante con pies de barro, como si fuera una leyenda a la altura de la Atlántida.

De todas las críticas que vierten sobre la Suecia de aquellos años, los autores van dejando un ejemplo: la construcción de un aeropuerto sobre unos terrenos bañados por la niebla constantemente; caravanas de periodistas persiguiendo a los inspectores; la desidia de los policías ante un hecho delictivo; la toma de decisiones de mandos policiales para poder salir en la prensa y contentar a la opinión pública, sin tener pruebas suficientes; el choque generacional y la delincuencia juvenil como respuesta; las detenciones arbitrarias de jóvenes, con pintas sospechosas, y de forma contundente, sin ahorrar violencia gratuita. Son muy críticos con el derroche en material policial, innecesario y sobre todo con los equipos antidisturbios. Ya tenían la sensación que tenemos en la actualidad, que todo se cocina entre cuatro familias, de banqueros, industriales y políticos, y que el resto estamos para poder cumplir sus expectativas de beneficio.

Es una lectura muy recomendable, sobre todo por todo aquello que no tiene que ver con la investigación, sino lo que tiene que ver con la sociedad en la que acontecen hechos como el investigados. Nos abre los ojos ante muchos de los mitos de la tan admirada sociedad escandinava. Esto me hace reflexionar sobre como era la situación por estas latitudes en aquellos mismos años. ¿Hubiesen sido capaces de poder hacer el mismo ejercicio literario o al ver el panorama se hubiesen dedicado a otra cosa?










viernes, 13 de mayo de 2016

Bajo los vientos de Neptuno.

El dúo Vargas-Adamsberg de nuevo en acción. Autora y personaje en una nueva entrega de esta singular pareja de la novela ¿negra?, policíaca diría yo.
En esta ocasión, el singular comisario Adamsberg se ve envuelto en unos crímenes que le llevan a rememorar su pasado. Mientras comienza las indagaciones sobre un crimen que se asemeja a los que investigó en su pasado, Adamsberg y su equipo tienen que viajar hasta Canadá, para realizar unos cursos sobre el uso de las muestras corporales para la extracción de ADN y la identificación de víctimas y sospechosos.
Durante su visita, se produce un asesinato en el que se ve involucrado, pero que reproduce los crímenes irresolutos de su pasado. Todos tienen en común una característica, tres incisiones alineadas y de la misma profundidad, asemejando a un tridente.

Tiene la certeza, que no las pruebas, que el asesino es un juez, al que estuvo instigando, pero que no llegó a encarcelar, pero que lleva enterrado más de 15 años. Las circunstancias hacen que el propia Adamsberg sea considerado sospechoso por la policía canadiense. Adamsberg debe abandonar Canadá bajo falsa identidad para poder regresar a Francia e investigar los asesinatos.
Como siempre, Vargas rodea a Adamsbergt, personaje singular por sí solo, de un elenco de personajes singulares, desde su mano derecha, Danglard, todo un erudito aficionado al alcohol, el contrapunto perfecto a Adamsberg, que es todo intuición, pasión, improvisación; hasta una anciana hacker, con pasado entre las grandes familias francesas.
A mi parecer no es la mejor novela de la serie, creo que es en la que más divaga sin avanzar, sin escarbar en las motivaciones del crimen, sin un fondo sobre el que reflexionar. A ver, que escarbando mucho, algo se intuye de menosprecios familiares, venganzas y odios cultivados con el paso del tiempo, pero escarbando mucho.Ni siquiera, hace acto de presencia ese sentido del humor que la caracteriza en otras ocasiones.
Un mal día lo puede tener cualquiera, y Bajo los vientos de Neptuno debe ser el mal día de Fred Vargas. Claro, todo esto desde mi particular punto de vista, que tiene el valor que le quieran dar los demás.
¿Dejaré de leer a Fred Vargas por esto? No, salvo que las próximas sean igual que este libro y el aburrimiento me haga desistir.
Si alguien quiere empezar a leer a Fred Vargas, este no es el mejor libro, es una lectura para cuando no sabes que leer y no necesitas una gran concentración.
Un problema añadido, que es básicamente de traducción, es la diferenciación entre el francés de Francia y el de Canadá, la traducción de modismos y formas locales de una lengua es complicada de por sí, pero creo que la alternativa elegida ha sido desafortunada. por eso digo que es un problema de traducción.
¡Ah!, y el Mahjong como el hilo del que tirar para hallar la solución al crimen. Muy rebuscado.
Año de edición original, 2004. Primera edición traducida al castellano: 2006.
Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional

jueves, 12 de mayo de 2016

Ahora, las lecturas.

Leer, leo.
¿Criterio? Pues entre justo y escaso. Y lo que me ofrezcan las bibliotecas que tengo cerca de casa y el trabajo.
Por que leer es caro y ocupa mucho espacio. Creo que esto último es más importante a la hora de dejar de comprar libros. 
Así que me ha dado la ventolera y voy a poner cuatro líneas sobre lo que voy leyendo.
¿Que esto no lo va a leer casi nadie? Lo sé, pero bueno, es por pasar el rato, intentando poner lo que me ha parecido la lectura y que me ha parecido descubrir entre líneas.
Aviso, va a haber novela negra para aburrir, pero no de la de han matado a uno y aparece el Sherlock de turno a descubrir una mota de polvo detrás de un libro en una estantería que no sigue un orden paranoico del asesino. No me interesa, me interesa como instrumento para analizar el lado oscuro del ser humano y de la sociedad.
Por cierto, no empecé con el tostón de Larsson. Tuve una temporada de Conan Doyle y los clásicos americanos de los 30, Chandler y Hammet; años más tarde, la recuperé con John Connolly y Hening Mankell.
Pero, entre crimen y crimen, voy leyendo otras cosas que no tienen nada que ver.

Pd.: El título de la entrada se debe a que días antes empecé un blog sobre las películas que iba a ver al cine. Que sino parece lo más absurdo del mundo.