lunes, 23 de julio de 2018

La veritat sobre el cas Harry Quebert

Ir a la biblioteca, coger un superventas y salir trasquilado (adaptación del ir a por lana y salir trasquilado) esto es lo que me ha pasado con este libro. Ir con un poco de prisas, sin tener nada en mente, ver un superventas con unos años, para evitar lo del ir a la moda y encontrarte con lo que es, un libro para consumo de masas.



Marcus Goldman es un escritor nobel de éxito fulgurante, su libro de debut le ha catapultado a la fama, se ha dedicado a vivir la vida a todo tren y no ha empezado a pensar en su siguiente libro. Cuando su editor comienza a presionarle y a ponerle un plazo para su nueva novela, Marcus padece el síndrome de la página en blanco. No brota ninguna idea de su imaginación, por lo que decide volver bajo la protección de su mentor, un gran escritor que fue su profesor mientras estudiaba en una pequeña universidad de New Hampshire, Harry Quebert. 
Durante la estancia de Marcus, los jardineros de Harry descubren los restos de un cuerpo humano. Estos corresponden a los de una adolescente, Nola, que desapareció en 1975. Junto a los restos se encuentra un manuscrito, correspondiente a la novela que hizo de Quebert un estrella en la constelación literaria de los Estados Unidos. Esto provoca que Harry sea acusado de asesinato y detenido. A partir de ese momento, Marcus decide investigar para conocer la verdad y exonerar a Harry de la acusación.
Durante la investigación, Harry le confiesa a Marcus que se enamoró de Nola y que tenían previsto huir el día en el que desapareció, ya que nadie entendería su amor.
A partir de aquí, Dicker comienza a tejer una red de relaciones entre todos los personajes, con idas y venidas durante difertentes épocas: en 1975, mientras Quebert escribe su libro y tiene la relación con Nola; 2008, que es cuando Marcus tiene su crisis de escritor y cuando aparece el cadáver de Nola; en la época en que Marcus es alumno de Quebert; cuando la familia de Nola abandona Alabama para establecerse en New Hampshire.
El elenco de personajes es de una magnitud tal que está a la altura de cualquier culebrón o serial de los que se emiten en la sobremesa. A parte de Harry, Marcus y Nola, nos encontramos con policías de aquellos tiempos y los tiempos presentes, la familia de Marcus, la de Nola, el típico rico de la ciudad y su servidumbres, profesores, habitantes de la ciudad donde transcurre la acción, editores, abogados, agentes literarios, los amos del bar o el restaurante donde Quebert escibrió su novela. Entre todos ellos se van tejiendo relaciones a lo largo del tiempo, como la de un agente de policía que se acaba casando con la hija de la dueña del restaurante en cuestión y que durante la investigación una vez hallados los restos, es el jefe de policía.
Va dotando a los personajes de suficiente autonomía, tanta que casi podrían protagonizar una historia independiente, sobre todo en lo relativo a la personalidad y las relaciones fuera del hilo conductor de la historia.
Pero, a mi entender, la novela tiene un problema de coherencia, que va apareciendo según aparecen personajes y, Dicker, proyecta sobre ellos giros en la narración de la historia. Todo esto va enfocado a que el lector intuya quien es el culpable, para luego dejarlo en evidencia al surgir otro presunto culpable. No sería un defecto si no fuese un abuso, creo que una vez aparece un personaje con cierta relación con Nola o Harry, en seguida pone unas miguitas de pan para que las sigamos hacia el veredicto de culpable. Y, como aparecen un número considerable de personajes, se hace excesivo. Menos la propia Nola y Marcus, casi todos los personajes que aparecen, parecen tener motivos para matarla.
Esta incoherencia se complica con las subtramas que componen la novela:
  1. La incapacidad de Marcus de escribir su nueva novela.
  2. La historia de amor entre Quebert y Nola.
  3. La investigación de Marcus, con la ayuda de un policía estatal, para esclarecer los hechos.
  4. La novela que el editor de Marcus le encarga a partir de los hechos y todo el circo que se monta alrededor de ella.
No quiero decir que las tramas no tengan sentido, pero diluyen el sentido de la narración, como metido con calzador.
Lo que más me ha gustado ha sido la sensación que deja que en lugar de estar en New Hampshire en los setenta, parece que estemos en Kentucky, Iowa o Alabama enlos años 50. Quizás la diferencia entre pequeñas comunidades no sea tan grande como creemos creer. Como no podía ser de otra manera, utiliza todos los tópicos habidos y por haber: un famoso como ascensor social; la policía y su papel omnipresente; la hipocresía social y las ganas de aparentar; el rico que controla, con luces y sombras, toda la sociedad; el personaje oscuro y siniestro...
Entiendo el éxito del libro, los constantes giros de los acontecimientos, las sorpresas constantes, un lenguaje sencillo, sin complicaciones, pero bastante plano, una temática que no profundiza en nada, ni siquiera en lo tocante al tema de las relaciones entre un adulto y un menor, que en este caso, no tiene ni sexo. Ni tan solo critica la sociedad en la que se encuentran, como una sociedad cerrada, conservadora, más allá del mantra de "no lo entenderían", "esta relación no es posible".
Creo que hasta aquí ha llegado mi relación con este autor. Es un superventas al estilo del Zafón, que vive de las rentas de un superventas al que estira como un chicle sin darse cuenta que ha perdido el sabor, aunque puedes seguir masticando hasta la saciedad.
Lo de las tramas y la infinidad de personajes lo dice mejor y más claro Ramón de España en su columna sobre la última novela de Dicker.