miércoles, 23 de noviembre de 2016

Avenida de los Gigantes.

Avenida de los Gigantes es una novela que te deja con una doble sensación. Tiene una introducción interesante (sobre todo en el resumen de la contraportada), pero el desarrollo es bastante plano, supongo que es la intención del autor, y un desenlace en el que se exhibe todo aquello que se ha ocultado, aunque está latente durante la narración, sobre todo en la segunda parte del libro.


La novela inicia su narración el día que asesinan a JFK, día en el que el protagonista decide acabar con la vida de su abuela y, por extensión, y según él, por caridad, la de su abuelo. Acaba encerrado en un hospital psiquiátrico tras confesar su crimen a sus padres, que viven separados, y por los que profesa sentimientos contradictorios, admira y ama a su padre, lo cree víctima de su madre y su esposa; y odia a su madre, a la que ve que actúa como su abuela con su padre.
Las particularidades que caracterizan a Al Kenner son su físico (2,20 metros de altura) y su inteligencia. Pero a pesar de su inteligencia, se muestra incapaz de sentir ningún tipo de afecto, salvo por su padre y su abuelo, en tanto que los identifica como víctimas de las mujeres que los rodean (esposas y madres). Al mismo tiempo, es un volcán a punto de estallar, siente grandes impulsos criminales por las cuestiones más triviales, sin distinción del origen de las personas que los provocan. El desenlace de la novela deja bien claro este punto.
Durante su encierro en el hospital, establece ciertos lazos con un psicólogo, amante de las motos, como él, que intenta reconducir su conducta. En el centro, consigue, mediante sus trabajos en la lavandería y la biblioteca, convencer que está rehabilitado y que puede reincorporarse a la sociedad. Durante esos años, devora toda lectura sobre psicología, psiquiatría y psicoanálisis que cae en sus manos, lo que sumado a su inteligencia, le hace ser un gran entendido en la materia.
La salida del centro le obliga a ir a casa de su madre, que es la única localizable, ya que el trabajo que le proporcionan no le permite independizarse. Para huir de su madre, sale a beber a un bar de policías, donde conoce al jefe de la unidad de investigación criminal, con el que comparte sus impresiones sobre el autor de unos crímenes que se han sucedido durante esos años: muchachas asesinadas, con las vísceras al aire, exhibidas para mostrar que es su sello. Tal ayuda, le abre las puertas a colaborar con la policía, su sueño era poder alistarse e ir a Vietnam o, en su defecto, ingresar en la policía. Su físico es su problema, el que le impide el acceso a ambos cuerpos, lo que genera más frustración en su persona.
Esta historia, que incluye referencia a su infancia, se desarrolla en los años sesenta y, en paralelo, con la actualidad, donde Al recibe la visita de Susan, una asistente social que le lleva libros para que grabe audiolibros para invidentes, y a la que pide que algún editor le publique el libro que ha escrito sobre su vida.
Son esos años tan contradictorios en la costa Oeste de Estados Unidos, en los que se mezclan la contracultura hippy y contra la guerra del Vietnam, con los veteranos que vuelven de la guerra con sus traumas y secuelas y con las bandas de moteros, esto es algo más testimonial en la novela, que mezclan violencia y ese laissez-faire tan norteamericano.
Intuyo que el autor utiliza al protagonista para aunar todas esas contradicciones, tanto a nivel personal como de toda una sociedad. Una sociedad violenta y en crisis de valores, en la que la reacción es la ausencia de valores o unos valores nada convencionales y un pacifismo absoluto, llegando a ser contraproducente. Un combate contra unas estructuras en el que las fortalezas de éstas acaban por engullir y adaptar al sistema a todos los movimientos contraculturales, dejando escasos reductos, básicamente testimoniales.
En lo que respecta al protagonista, sus contradicciones son absolutas, quizás por el hecho de su desequilibrio mental, ya que profesa un odio absoluto a los hippies, sobre todo a las mujeres, por dejarse manipular tan burdamente, arrojándose a los brazos de cualquier hombre de la comunidad, solo por el hecho de seguir los dictados de esa nueva forma de vivir. Esto lo ejemplifica cuando Al se va a una comuna a buscar unas desaparecidas y todos los que llevan la administración de la comunidad son hombres. Pero, a pesar de esa aversión, sus instintos homicidas no los focaliza hacia ellos. Para Al, son mucho más ofensivos los desprecios de clase de los ricos republicanos, que ejemplifican su rechazo de la forma más obvia, mediante la imagen y la apariencia física.
La otra gran contradicción constante y generadora de sus problemas es su relación con su madre, a la que desprecia y odia profundamente, pero a la que acaba recurriendo cada vez que, tras un hecho traumático (ingreso en el sanatorio, accidente de tráfico...) tiene que reingresar en la rueda de la normalidad social y laboral, lo que acentúa sus problemas psicológicos. Obviamente, acaba matando a su madre, que es la catarsis de sus actos, que escenifica de forma macabra.
Lo destacable del libro es que el autor sabe ocultar hasta el final el desenlace de la novela, se intuye, pero parece que no va a suceder nunca, que son fantasías del personaje hasta que llega el desenlace en las páginas finales.
La novela tiene cierto interés, momentos brillantes, pero para mi gusto adolece de cierta cohesión y ritmo en la narración, le falta algo para que sea una novela brillante. A nivel formal, el lenguaje no se adorna y contiene excesivos alardes lingüísticos, sino más bien lo contrario, navega por un lenguaje estándard que hace que su lectura no sea densa ni complicada. Repito, creo que hay un problema de ritmo o de estructuración de los capítulos entre las idas y venidas temporales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario