martes, 19 de diciembre de 2017

La finestra alta

Súbita incursión a la biblioteca, sin saber que elegir e ir a lo fácil, un clásico de la novela negra, Raymond Chandler, y un título que no había leído, La finestra alta (The high window) y para adelante.
Novela donde el protagonista es el inefable Philip Marlowe y el escenario la ciudad de Los Ángeles.


La novela nos dibuja el típico lienzo de los bajos fondos que, ¡oh, sorpresa!, siempre acaba mezclado con gente bien y con posibles.
En esta ocasión, Marlowe es contratado para que encuentre una moneda de coleccionista y a la mujer, actriz de variedades, del hijo de una adinerada viuda, de la que sospecha como sustrayente de dicha moneda.
A partir de aquí la trama se va desarrollando, llevando a Marlowe a través de los escenarios típicos de los otros barrios que rodean la meca del cine. Trata con todo tipo de personajes: actores retirados, actrices de cabaret y variedades, coleccionistas y compradores de monedas, hampones de medio pelo (italianos, como no podía ser de otra manera), chantajistas, borrachos, ascensoristas, secretarias... un variopinto reparto de personas que viven haciendo equilibrios en la fina línea roja que separa lo legal de lo menos legal y, que cuando tropiezas, te lleva hasta el crimen.
Durante la investigación, tropieza con más de un cadáver, que lo es ajeno a su voluntad, y que complica las investigaciones de Marlowe pero que a su vez, aclara el horizonte de lo que realmente esconde todo el encargo.
Como siempre, Marlowe acaba encontrando el hilo que necesita para esclarecer todo lo turbio que rodea a su encargo y, como siempre, las verdaderas razones que el cliente quiere ocultar tras un simple trabajo.
Lo que me gusta de este tipo de novelas es que nos desnuda unos hábitos que se cree que son más modernos, básicamente, el consumo de drogas. La tan endiosada cocaína de lo 70-80 ya corría, quizás no tan abundantemente, durante la primera mitad del siglo XX por los bajos fondos o los lugares de ocio de aquellas sociedades.
Es a su vez, un reflejo de los modos sociales, de los hábitos de relación, de como se asume como algo normal, partirle la cara a tu mujer durante una discusión. De como el rol de sumisión de la mujer, ya sea como pareja o mujer, ya sea como empleada, se vea como algo normal, incluso, como una cualidad destacable. 
Como siempre, está presente el tan recurrente guardar las formas, que aunque seas lo más lamentable o deleznable de la familia, por lo menos que no lo parezca, que cualquier rumor que corra, sea fácil de desmontar.
Creo que es lo que más me interesa de este tipo de novelas en general, el dar luz sobre todos aquellos oscuros rincones del alma y de la sociedad, desnudar las vergüenzas de la humanidad tomando como excusa la lucha del bien y la justicia contra el mal y el crimen. 
Chandler supera a muchos escritores actuales (lo cuál no es difícil) en que el método no es lo más importante, sirve para intentar dar coherencia al relato y no aparezcan lagunas por todos los lados, lo importante es mirar hacia donde muchos otros deciden dejar de mirar y, menos todavía, explicarlo de manera más o menos directa. Ese es el acierto de muchos de los clásicos del género, que ven y no callan.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Tres días y una vida

¿Puede tu vida cambiar por un arrebato sobre alguien inocente, por algo hecho por una tercera persona? La respuesta está en esta novela de Pierre Lemaitre. Bueno, no sé si es la respuesta, pero es una respuesta.
La ira, esa fuerza motriz de los más atávicos, primitivos e irracionales sentimientos que se materializa es un instante y que cambia la vida de las personas de manera determinante.

El libro está dividido en tres momentos: 1999, 2011 y 2015, y son períodos muy cortos de tiempo, no es un relato continuo en el tiempo.
Antoine, el protagonista de la novela, un adolescente de 12 años, que se encuentra atrapado en un pequeño pueblo, en el que todo está tan compartimentado y en el que todo el mundo tiene su lugar, sin apenas oportunidades, salvo que huyas, en un arrebato, en un ataque de ira, ataca al Rémi y lo acaba matando. Antoine ataca a Rémi por que el padre de Rémi ha disparado y matado a su perro, del cuál Antoine estaba muy encariñado.
Al comprobar que Rémi está muerto, y tras darle muchas vuelta, tira el cuerpo a un agujero en medio de un bosque abandonado. A partir de ese momento, los siguientes días de Antoine se convierten en toda una pesadilla, siempre bajo tensión, esperando el momento en el que la policía entre en casa a detenerle. Observa como todo transcurre a su alrededor. Como reacciona la familia de la víctima, los vecinos, como se organiza el pueblo para las batidas, para intentar encontrar a Rémi, que para los demás solo está desaparecido. Al final, una gran tempestad, que provoca estragos en la población, hace que la búsqueda quede en segundo plano y Antoine se cree libre de toda culpabilidad.
La acción se retoma 12 años después, cuando Antoine, estudiante de medicina, vuelve al pueblo a ver a su madre. Una noche, de las pocas que pasa en Beauval, en una fiesta de cumpleaños del propietario de la tienda del pueblo, coincide con Émilie, el amor platónico de adolescente.  Tras una breve conversación, Antoine se marcha y, de camino a casa de su madre, se encuentra de nuevo con ella, que acaba en un encuentro sexual desaforado, como una revancha al pasado. 
Al cabo de las semanas, Émilie se planta en casa de Antoine, en Paris, para comunicarle que está embarazada, que él es el padre y que debe asumir su responsabilidad: casarse y reconocer al hijo. Antoine, lo rechaza de plano y le propone abortar, lo que supone una ofensa para ella, de profunda educación católica.
En esta visita, su madre le informa que, en el lugar donde ocultó el cadáver de Rémi, van a construir un parque de atracciones, lo que supone volver a la tensión que vivió aquellos días tras matar a Rémi.
Todo parace olvidado, hasta que a causa de un accidente, la madre de Antoine se queda en coma y tiene que volver a Beauval. En esos días, el padre de Émilie le presiona para que se responsabilice de su hija y de su futuro nieto. Antoine vuelve a negarse. Pero en esos días, con las obras de acondicionamiento del bosque y de construcción del parque, aparecen los resto de Rémi y se le practican las pruebas de ADN para confirmar su identidad, así como las de un cabello hallado en los restos y que no pertenecía al niño asesinado. 
Ante la negativa de Antoine, el padre de Émilie le amenaza con pedir pruebas de paternidad para obligarle a casarse, con llevarlo todo ante un juez. El miedo a no saber que pasará con los resultados de las pruebas, en qué base de datos quedarán los resultados y quién los podrá consultar, hace que Antoine acabe aceptando el matrimonio, como mal menor, lo que para él supone una cadena perpetua por el crimen que cometió tiempo atrás.
La última parte muestra la vida de Antoine en Beauval, como médico rural, con un matrimonio farsa, en el que Émilie es poco escrupulosa con la fidelidad y con un hijo al que le costó tomar cariño. En su consulta, recibe la visita del charcutero que empleaba a su madre, el cual le acaba confesando que tenía una relación con ella y, que el día de la desaparición de Rémi, ambos le vieron como huía corriendo desde el bosque donde hallaron los restos tiempo atrás.
Pocas veces hago una sinopsis tan larga, sobre todo de un libro de poco más de 200 páginas. Y, eso que dejo a muchos personajes y situaciones fuera. 
Haciendo la reflexión reposada de la lectura, esta tiene una profundidad tremenda y eso que mientras lo lees no lo parece, es un libro que va generando sustrato, que reposa en tu cerebro, cociéndose a fuego lento, para luego sacarle todo el sabor.
El libro se enmarca en un momento actual, es contemporáneo a nosotros, pero si le quitas cuatro objetos que determinan el momento actual, podría ser de cualquier época. La historia es atemporal.
Lemaitre nos muestra una sociedad rural, socialmente atrasada, a pesar de los toques de modernidad (el paso de jugar en el campo a jugar en casa con una Play Station), de valores rígidos, muy marcados por el qué dirán y las apariencias, con el peso omnipresente de la religión y las fiestas religiosas como el gran acto social, aunque el resto del año la iglesia presente un aspecto cada vez más despoblado. Cómo toda sociedad rural, nos muestra todos los tópicos de las relaciones sociales: clientelismo, sumisión, rencillas, odios atávicos, venganzas, traiciones, hipocresía...
Éste es el marco en el que se desarrolla la historia, luego está el tormento y la sangre fría de Antoine para manejar la situación. Lemaitre consigue que no se le tome como a un vil asesino, que todo el sentimiento de culpabilidad, el miedo a la cárcel y, sobre todo, la vergüenza que pueda provocar a su madre, compensen, en cierta manera, el arrebato asesino y la frialdad para decidir esconder el cuerpo y mentir sobre lo que hizo aquel día.
Ese tormento interior, junto con su papel secundario y faltas de perspectivas en Beauval, son los que le impelen a huir de allí y no querer volver. 
Antoine carga durante todo el relato con ese peso, lo que le provoca grandes angustias que acaban somatizándose en su vida, de una forma u otra: intenta fugarse en aquellos días de 1999, intenta suicidarse, su relación con su novia en París flaquea en términos sexuales, acaba dejándola para casarse con Émilie.
Creo que el relato es tiene su moraleja, como las fábulas, en la que al final el que la hace, la paga. La justicia no castiga a Antoine, pero sí la vida, y su condena es a perpetuidad, y en una prisión, que no es otra que el pueblo del que siempre quiso huir. Por otra parte, está la cuestión del honor de la familia, de cómo se llega hacer lo que sea para evitar la vergüenza, ya sea propia o de la descendencia, papel que ejemplifica la madre de Antoine.
Pd.: cuando empecé a escribir, tenía la sensación de no saber qué decir, pero al final ha sido de las entradas más largas. La vida y sus incongruencias.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

La gran teranyina

Que el dinero siempre busca al dinero y, de paso, el calor del poder, es por todos bien sabido. Y esto siempre se ha podido observar en dos secciones de la prensa escrita: las necrológicas de los diarios que llevan publicándose más de 100 años y en las páginas de Sociedad de las revistas del corazón, en las que se publicitaban enlaces de gente que no salía en el resto de páginas de cotilleos. Pues esto es La gran teranyina pero con un importante trabajo de investigación y buceo en información económica y en el Registro Mercantil.


Poco cabe añadir a la introducción de esta entrada. El autor intenta diseccionar las relaciones entre las familias que copan todos los puestos de poder económico y social, con su habitual reflejo en el poder político. 
Nos diseña una cierta endogamia que no tiene otro propósito que el de proteger y ampliar el patrimonio familiar, intentando evitar, durante el máximo de tiempo posible, la injerencia externa, tanto en la gestión como en la propiedad de sus respectivos imperios económicos y patrimoniales.
La relación de personajes es casi infinita, perdiéndote en el laberinto de apellidos, bodas, hijos, separaciones, nuevas bodas, como en la mejor de las sagas literarias. Se perfilan unas relaciones que suelen asociarse, aunque no exclusivamente, con una misma actividad económica. Entre las actividades económicas más destacables tenemos el mundo del cemento y sus derivados: cementeras, inmobiliarias, constructoras; las aseguradoras; la actividad bancaria; el motor, sobre todo el de dos ruedas; la farmacéutica; las infraestructuras; la alimentación...
Como no podría ser de otra manera, el Barça siempre está presente, sobre todo relacionado con los industriales del algodón y del textil. ¡Ah! y como no podía ser de otra manera, el Opus, siempre está el Opus.
Durante toda la obra, Vinton no indica que posición ocupan dentro de las listas de los mayores patrimonios, tanto a nivel estatal como catalán. Esta clasificación es el resultado de la evolución de su gestión económica y patrimonial, como evolucionan las inversiones y que dan como resultado su lugar en las citadas clasificaciones patrimoniales.
De la lectura se desprenden un par de conclusiones sobre los orígenes y las prácticas de estas familias tan "ilustres": en cuanto al origen, la mayoría de patrimonios tienen un origen en la industria textil, que con el tiempo han ido diversificando, al amparo de una buenas relaciones con el gobierno de la dictadura: Las buenas relaciones con el régimen franquista es muy frecuente, que no deja de ser la expresión de la búsqueda, por parte del capital, de la protección del poder político. Por lo que respecta a las prácticas, es de destacar la aversión, muy extendida, a los mercados bursátiles. La mayoría de grandes fortunas están fuera de los mercados, repartiendo las participaciones entre la familia para evitar un control externo. Últimamente, a pesar de esa aversión a injerencia externas, han ido introduciendo, en la gestión, expertos o gestores de reconocido prestigio, para mantener el buen rumbo de la empresa o para intentar reflotar a esos grandes transatlánticos que ha chocado con algún iceberg, pero que no ha producido daños irreversibles.
El libro mezcla información económica y documentada, con anecdotario que tiene cierta relevancia en el transcurso de la historia de esas familias. 
Es loable el trabajo de investigación y documentación, pero encuentro que el libro empieza a flojear hacia la mitad, principalmente cuando, sin saber muy bien porqué, aparece la farmacéutica de Olot y su secuestro. Tiene una dedicación desmesurada, sobre todo en relación a otras grandes fortunas que aparecen reseñadas al final del libro. Entiendo la dificultad de estructurar un texto en el que las diversas fortunas se entrelazan y en las que se sobreponen intereses económicos. ¿Qué hilo conductor eliges, el apellido o la rama económica de la familia? 
El libro aclara el porqué de las esquelas y su tamaño en el diario de una de las sagas protagonista, La Vanguardia de los Godó.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Whisky amb napalm

Había leído en algún lado que Víctor Mora, famoso por ser el creador de los guiones de tebeos como El Capitán Trueno Jabato, entre otros, tenía alguna novela escrita. Mientras buceaba por las estanterías de la biblioteca tropecé con este libro de singular título Whisky amb napalm. Una ojeada a la sinopsis de la contraportada y me decidí, más por curiosidad que por interés real o recomendación.



El libro intenta ser la recreación de lo que se conoce comúnmente como república bananera. Víctor Mora intenta hacer construir una novela de política ficción o de recreación política en la que condensa todos los elementos de todas los gobiernos autocráticos, dictatoriales y totalitarios que jalonaron la parte central del siglo XX a ambos lados del Atlántico, particularmente del área centroamericana y caribeña.
Es una historia bastante previsible en el 80% de su contenido, con todos los tópicos sobre los gobiernos dictatoriales de aquella época y de posteriores: personalismo, corrupción, represión, control férreo de todos los resortes del poder, estrechos círculos de confianza, una "corte" con la que celebrar fastos, fiestas y celebraciones nacionales...
A parte de Ribaldo, el dictador protagonista, se cuelan una serie de personajes secundarios que lustran lo comentado: jefes de seguridad, de espionaje, ministros, colaboradores, escoltas, los capitostes de las empresas que explotan para beneficio propio y de Ribaldo los recursos de la isla, los rebeldes hijos del régimen.
Lo realmente original de la novela es su desenlace, lo voy a destripar por que dudo mucho que alguien que lea esto (si lo lee alguien) se decida por leer la novela. En su celo por preservar el régimen, destruir la oposición y pasar a la posteridad como el Salvador y Pacificador de Felicia (nombre ficticio de la isla), Ribaldo decide construir un personaje, interpretado por él mismo, que se supone que es el cabecilla de una guerrilla insurgente que está decidida a derrocar a Ribaldo. Para cerrar su plan maestro, Ribaldo necesita un doble del cabecilla, para poder ofrecer su cadáver como muestra de que la rebelión (ficticia) ha llegado a su fin. Lo paradójico es que todo el teatro montado es el responsable de la formación de una verdadera y real guerrilla que entra en acción una vez se han celebrado los fastos de la victoria.
Es lo más destacado, el resto es bastante plano y no destaca en absoluto. No sé si es el tema, el género o la forma de narrar pero no es una lectura que te induzca a seguir leyendo más obras del autor.
Durante toda la novela está presente el momento histórico en el que se escribió, mitad de los 70 del siglo XX, en pleno auge de la Guerra Fría, la política de bloques, los movimientos revolucionarios y contrarrevolucionarios en Latinoamérica.
Salvo que la estantería de la biblioteca no me ofrezca mejores alternativas, es complicado que reincida sobre la obra de Víctor Mora.

martes, 24 de octubre de 2017

Els jardins de la dissidència.

"Prou de follar amb polis negres o et fotrem fora del partit comunista". Así empieza Els jardins de la dissidència de Jonathan Lethem. Impactante comienzo que no anticipa lo que es el conjunto de la novela, pero que muestra el camino que ésta sigue: la lucha eterna, constante e irresoluta entre las ideas y la vida personal.


Estamos en el Queens de los años 50, reducto del comunismo americano, justo en los momentos previos a la muerte de Stalin y la ascensión de Kruschev, momento que el comunismo americano vive como una traición a todo su ideario, lugar donde Rose Zimmer (judía alemana y comunista exiliada) imparte su credo y promueve todo tipo de movilizaciones de acuerdo con su ideario y sentido de la justicia. A pesar de ser una mujer de fuertes convicciones, siempre es crítica con los encorsetamientos de la organización, cuando estos constriñen a las ideas y la libertad, más aún, cuando los encorsamientos se inmiscuyen en la esfera personal. Miriam, es la hija de Rose, que habiendo vivido y siendo educada en un ambiente fuertemente contestatario contra el poder establecido, lo interpreta a su manera, y lo ejerce, de forma práctica, contra la autoridad que supone su madre. La relación tensa entre madre e hija se libra en una doble vertiente: personal y de praxis ideológica. Miriam intenta socavar los principios y autoridad maternos, de forma consciente, abrazando según que movimientos, con el único interés de provocar la ira de Rose (astrología, por ejemplo). El clan podría extenderse hasta la figura de Sergius, hijo y nieto de las anteriores, pero su peso en la narración es bastante anecdótico, a pesar de ocupar una parte nada despreciable y no deja de ser un medio mediante el cual continúa la lucha entre madre e hija.
Entre ellas discurren algunos personaje más, principalmente un primo de Rose, Lenny (diminutivo de Lenin) y Cicero. Lenny es un ortodoxo comunista, ortodoxia que no llega más allá de la pura teoría, en la praxis es un pobre desgraciado que sobrevive a base de contactos y de su papel alrededor del partido. Ajedrez, monedas y un amor platónico o deseo libidinoso por su prima Miriam. Cicero es el hijo del policía negro que es amante de Rose, toda una anomalía en los círculos en los que se mueve, siempre fuera de lugar, viajando entre las esferas de la intelectualidad y los oscuros rincones que el furtivismo de la homosexualidad imponía en los años 60-70.
El título es muy significativo sobre lo que describe la novela, es la constante de la disidencia, pero la disidencia definida desde un amplio espectro, no exclusivamente desde el punto de vista político. Es disidencia política, social, religiosa, familiar, racial. Protestar, disentir, rebelarse contra todo, para acabar volviendo al redil, para cuestionarte tu propia disidencia y reflexionar sobre lo sólido de tus orígenes y si esa disidencia ha tenido sentido o no.
La disidencia como contradicción, la contradicción como motor vital que hace avanzar al ser individual en una carrera hacia un futuro de una incertidumbre relativa, ya que la disidencia no puede socavar los cimientos del sistema, ni en la forma ni a la velocidad deseada. 
Es la disidencia de la vida por unos ideales (el regreso del marido de Rose a la República Democrática Alemana es un ejemplo) y la disidencia de los ideales por una vida (Rose y su voluntad de mantener firme su libertad personal frente a la ortodoxia y moral del partido).
Es una lectura muy descriptiva, pero no de lugares o ambientes, sino de pensamiento y reflexión, con un lenguaje que se retuerce por momentos para ir describiendo las constantes contradicciones entre ideas, obligaciones, sentimientos y voluntades. Donde la dialéctica entre lo que hay que hacer, lo que se debe hacer y lo que se hace es constante, a cada acto, hay una reflexión previa para justificar porqué se hace y porqué no debería hacerse y porqué haciéndolo no debería hacerlo y porqué no haciéndolo, se hace.
No sé si volveré a este escritor en un futuro, todo depende de lo que me ofrezca la estantería de la biblioteca, pero es una buena lectura, que, eso sí, hay que hacer en casa, de forma reposada y con todo el tiempo del mundo. 

viernes, 22 de septiembre de 2017

Eres el mejor, Cienfuegos.

Hacía tiempo que no leía nada de Kiko Amat y en esta ocasión la oferta de la biblioteca me lo puso en medio del camino. Alguna vez ya lo había visto, pero tenía la sensación que no colmaría expectativas, como sus primeras novelas, que siendo de una calidad literaria similar, tenía el atractivo personal de compartir ciertas geografías extrarradiales, su pueblo y el mío son colindantes y somos de la misma generación. Pues estaba en lo cierto, cuando no tienes expectativas, es imposible defraudar.


La novela nos cuenta como es el día a día de un viejoadolescente (un cuarentón de los de ahora, vamos) al que han echado de casa, por sus infidelidades, su falta de compromiso y su irresponsabilidad.
El protagonista, Cienfuegos, es un escritor de un solo libro, con cierta repercusión, que la pérdida de notoriedad le hace arrastrase esperando otro toque de inspiración con el que volver al candelero. En el momento de la ruptura, trabaja en el suplemento de cultura de un diario, que tiene la redacción en un edificio de la plaza Catalunya, desde donde se convierte en espectador de las protestas del 15M.
Es una novela de no aceptación de la realidad, de celos, de reacciones infantiles ante problema reales, de desesperación del abandono, patetismo e irresponsabilidad. Tal es la irresponsabilidad que lo personal diluye el marco en el que se desarrollan los acontecimientos, las acampadas y ocupaciones de plazas durante el 2011.
El patetismo se concreta en la idea persistente y constante de recuperar a la madre de su hijo, a volver a ser la pareja ideal y la familia feliz que eran antes de vivir como un bala perdida.
Es un libro sobre la crisis de hacerte adulto, no ser consciente y, cuando te das cuenta, ves las cagadas que has cometido y que acaban convirtiendo tu vida en un cúmulo de miserias morales.
Como libro, poco, es el último estertor, el funeral del tipo de literatura que hizo conocido a Amat. Es una muestra palpable de la falta de evolución, de un estancamiento importante, de no saber qué explicar, ni como explicarlo.
Novela normalita, del montó, pero que tiene la virtud de ir de subida, tiene un inicio tan flojo que es imposible ir a peor. Amat es un escritor con cierto ingenio, y esto vuelve a reflejarse en el libro, pero escasamente y no lo suficiente como para hacer que la lectura sea recomendable. Tampoco es una abominación, pero parece sacada de un manantial que ya se ha secado.
No sé qué escribirá en el futuro, si es que llega a publicar de nuevo. Solo espero que no tenga nada que ver con esto.
Mi indulgencia, aunque sea duro en general, se la gana con los lugares y tiempos comunes que compartimos, esa nostalgia que a todos nos atrapa de vez en cuando. Aquello de "cualquier tiempo pasado (feliz) fue mejor".

Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional

sábado, 2 de septiembre de 2017

Matèria primera

Novela de corte autobiográfico que nos narra las vivencias de un joven alemán entre 1968 y principio de los setenta. El protagonista es Harry Gelb, un yonki que durante el mayo del 68 y todo lo que aconteció en aquellos tiempos, vive enganchado al opio y la heroína, entre otras sustancias, en Istambul, mientras aspira a escribir una novela, bajo la inspiración de Kerouac, Burroughs, Bukowski y esos novelistas de esa generación.
Tras algún problema con la justicia, acaba expulsado de Turquía y vuelve a Alemania, donde empieza a frecuentar las corrientes más alternativas y revolucionarias, alrededor de movimientos políticos de extrema izquierda. En estos tiempos, su interés por los narcóticos y la literatura están en una dura pugna. No es tras la vuelta a Turquía para buscar más heroína con la que financiarse una temporada y tras una entrevista que le hace a Burroughs para una revista contracultural, que no decide dejar la heroína.
Harry sobrevive en un mundo que le provoca vaivenes constantes: de la subversión y la contestación a la búsqueda de un trabajo formal y legal con el que sobrevivir, de vuelta a los bajos fondos, a las casas ocupadas, para volver al resguardo del sistema, para poder conseguir un sueldo digno y tiempo para poder escribir una novela. Novela que trata sobre todas las miserias que vivió y de las que fue testigo en Turquía como adicto y como espectador.
La novela es un viaje en múltiples direcciones, todas teniendo como partida y destino el propio Harry Gelb. Son viajes tanto reales, como reflexivos: va de Alemania a Turquía, de Frankfurt a campo austriaco, de vuelta a Frankfurt para ir a poblaciones rurales de la misma Alemania. Del mundo de la edición literaria, a la realidad de tener que escribir; de la heroína a la desintoxicación, de vuelta a la heroína y cambiarla, definitiva, por el alcohol. De la vida real, la de las facturas, un lugar donde dormir, donde comer, donde vivir, a trasegar entre casas ocupas, casas de amigos, hoteles de mala muerte en Istambul. De la contestación ideológica a la asunción de la realidad, de dogmas de izquierdas a dogmas de fe (ya sea de un libro sagrado o de una aguja).
Gran parte del libro es una crítica, feroz en ocasiones, al dogmatismo ideológico, muy en boga aquellos años en los movimientos de izquierda, una crítica a la atomización de los grupos contestatarios: hay mil agrupaciones que se forman a partir de un matiz o la interpretación, más o menos dogmática de algún precepto teórico. Acaba intuyendo que todo eso no es más que un disfraz en el que se esconde la represión sexual o el camino más complejo para llegar a las bragas de las jóvenes militantes alemanas. Es una crítica a la hipocresía de ese dogmatismo, que materializa en el personaje de una de las parejas de Harry, que pasados algunos años, no muchos, es lo opuesto a lo que predicaba cuando compartían lecho y algunas ideas. Parece que tal desencanto por dichos movimientos, le haga dejarse arrastrar por la corriente y acabar, sino abrazando, si tolerando la ideología conservadora, pero en el final del libro, cuando Harry tiene que hacer una lectura de su libro en un club de lectura en medio del campo alemán, deja clara su posición: la hipocresía, la podredumbre y el control no es monopolio de nadie, sino un medio para controlar todo aquello que necesitas tener bajo control.
Respecto a las drogas, me parece que es bastante tolerante con el alcoholismo, quizás sea mera inercia de los hábitos sociales, pero a la heroína la deja en su sitio, del poder que tiene sobre el consumidor y como, paradójicamente, todo aquel que llega hasta ella siendo como una forma de contestación, por dejarse arrastrar y no por puro vicio, acaba sucumbiendo a su demoledor destino, mientras que aquellos que llegan a ella como mera adicción son los que acaban sobreviviendo. En relación con las drogas, es curioso como la generación occidental más revolucionaria acabase sucumbiendo a los encantos de narcóticos que llevan a todo lo contrario, a la modorra y al abatimiento físico. Será por aquello de compensar, supongo.
Leer esta novela es casi como leer la prensa de hoy en día, ver como está el mundo, que las cosas no han cambiado casi, que el paisaje económico, político, social y cultural que se esbozaba entonces, ahora se ha consolidado y se ha materializado sin fisuras. Esto es bastante lógico, puesto que los protagonistas siguen siendo las personas, solo han cambiado los medios mediante los que expresan su concepción de la vida.
Es una novela muy interesante, pero tiene cierta irregularidad en la narración, los saltos de escenario y tiempo llegan a descolocar en alguna ocasión y provocan socavones en el ritmo.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Sakamura, Corrales y los muertos rientes.

Lo malo de acabar un libro en domingo, es que el lunes tienes que recurrir a tu biblioteca personal y no a los caladeros que son las bibliotecas públicas. Por temas de logística, mis compras se han reducido a casi cero, el saber no ocupa lugar, pero los libros sí.
Pues rebuscando algo ligerito y rápido de leer, he releído la tercera novela, creo, de Pablo Tusset, el de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán.
Bueno, pues mi opinión no ha cambiado mucho, confirmando lo que es, una lectura ligerita, con cierta intencionalidad, en la que se intenta repartir, pero acaba siendo bastante tibio.

Nos encontramos en un pueblo de la Costa Brava, en el que han aparecido muertos tres extranjeros con una pronunciada sonrisa en el rostro tras el óbito. Tal profusión de cadáveres hace que la Interpol envíe a un inspector a averiguar lo sucedido, Sakamura, un inspector japonés. Como enlace, tiene a un cabo de la Guardia Civil encargado de las aduanas.
Ambos personajes son estereotipos de los tópicos que se suponen por la nacionalidad que tienen: el japonés, ordenado, metódico, todo zen y artes marciales; el español, vago, bebedor, vividor, intento de mujeriego.
En paralelo, se describen las andanzas de los políticos estatales y autonómicos y la monarquía para tapar o descubrir que hay tras esas misteriosas muertes.
Tusset intenta cargar con ironía hacia todos los tópicos que envuelven la vida política española y todas las cuitas territoriales: el centralismo, la monarquía, los republicanos peleados, los partidos políticos serviles, los terroristas. Pero lo hace de tal manera, que le queda un ridículo intento de ridiculizar.
La primera lectura me pareció divertida, creo que alguna sonrisa se me escapase, pero no ha aguantado el paso del tiempo. Supongo que, dado el momento político actual, el libro ha perdido la frescura que hubiese podido tener en un principio.
Creo que lo más destacado es como incide en el tema de la irresponsabilidad, tanto activa como pasiva. Activa en el sentido de actuar sin mirar las consecuencias y pasiva en el sentido de no asumir ningún tipo de responsabilidad e ir pasando la tostada al siguiente.
Igualmente, critica todas las posiciones maximalistas de todas las partes y esa envidia, sentimiento tan arraigado en estas latitudes.
La narración es deslavazada, la historia no tiene sentido, parecen una excusa para meter el dedo en la llaga, pero es que a nivel literario tampoco es ningún prodigio. Es una lectura resultona, poco más.
Creo que es muy tibio en el fondo del tema que trata, que no deja de ser como está la relación entre el estado y las diferentes formas de sentir de los territorios. Sí que pone el dedo en la llaga con el uso de Catalunya como cabeza de turco y el saco de boxeo al que moler a palos cuando hay algún problema, pero al final queda un regusto de la unidad sacrosanta de España, como algo místico e indisoluble, sobre ese dogma pasa bastante de puntillas.

lunes, 31 de julio de 2017

Nos vemos allá arriba.

Pierre Lemaitre se ha hecho famoso por la serie de novelas del inspector Verhoeven, pues yo, para ir a contracorriente, he decidio sumergirme en la prosa del francés lo más lejos de estos libros. Mi inmersión ha comenzado con Nos vemos allá arriba. Fue una inmersión en un mar enlodazado, vamos a ciegas, sin llegar a leer ni siquiera todo lo que ponía la contraportada.
Pues ha sido un gran acierto.


La historia arranca en una trinchera francesa, en los últimos días de la I Guerra Mundial, justo antes de la proclamación del armisticio y del inicio de la desmovilización de los soldados que han servido durante esta cruenta contienda. Aquí nos hallamos con tres soldados, bueno, dos soldados y un teniente, que son el triángulo protagonista que sostiene toda la narración.
Los tres personajes reflexionan sobre lo que será su nueva vida una vez acabada la guerra, cómo encarar y encajar en la vida que dejaron atrás. Sólo uno de ellos los tiene claro, el teniente d'Aulnay-Pradelle, necesita una última acción con la que conseguir un último ascenso que le permita medrar en la vida civil y reconstruir el legado familiar perdido.
¿Cómo conseguirlo? Una patrulla, dos muertos y un discurso enardecido para conquistar una última cota, un último esfuerzo en pos de una victoria, inútil, puesto que el armisticio es cuestión de dos o tres días.
Durante esta última ofensiva, Albert Maillard se desvía de la ruta prevista y descubre que los dos muertos tienen disparos en la espalda, lo que le llena de suspicacias. El teniente Pradelle se percata e intenta acabar con las pistas y los testigos. Maillard acaba enterrado vivo en el cráter de un obús, al ser empujado por Pradelle y caerle una ola de tierra provocada por una explosión. Péricourt, el otro soldado, observa a Pradelle como, en plena ofensiva, se queda parado ante el cráter observando impávido. La curiosidad lo lleva hacia el cráter, pero la explosión enterradora de Maillard, hace que no pueda ver que estaba mirando el teniente. Al escuchar los desesperados intentos de Maillard de intentar salir de su tumba, Péricourt se pone manos a la obra y lo acaba liberando. Pero por ello paga un alto precio, a parte de una herida en la pierna, un trozo de metralla le destroza la cara, dejando un agujero en lugar de su boca y mandíbula inferior.
En ese momento, Maillard se impone una deuda de vida con Péricourt, al que asiste durante toda su convalencia.
Acabada la guerra, Pradelle consigue su objetivo, ascender a capitán e intentar hacer negocio con todo aquello que está relacionado con la desmovilización y los efectos de la guerra: compra-venta de excedentes de material de guerra, de vehículos... pero en su mente está algo más ambicioso: hacerse con contratos del estado para la gestión del traslado de los cuerpos de los enterrados en el frente hacia cementerios de caídos, concebidos como un homenaje a los caídos.
En cambio, para los dos soldados comienza una dura subsistencia. El dolor provocado por las heridas en la cara acaba provocando que Péricourt se enganche a la morfina. Maillard, que no puede aguantar el sufrimiento de su amigo, intenta conseguirle más de la que el médico le había prescrito. Los soldados no tienen la misma fortuna que Pradelle en su regreso al mundo civil. Uno por incapacidad, no puede volver al puesto de contable que ocupaba antes de la guerra y el otro por su enfrentamiento a su padre, un adinerado e influyente banquero.
Mientras Pradelle sigue medrando utilizando sus contactos en el ejército o a través de su suegro, el padre de Péricourt (éste nunca lo sabrá), ambicionando reconstruir su patrimonio familia y restaurar su apellido, Péricourt y Maillard, malviven, sobreviven y padecen las miserias de los desmovilizados con el añadido de la incapacidad de Péricourt y su adicción.
Lemaitre teje una brillante y reflexiva historia sobre como la guerra y la postguerra influyen en las personas según sea su posición en el retorno. Cómo uno, mediante sus contactos, va cosechando una gran fortuna, conseguida de forma miserable, escatimando hasta el último céntimo para poder llegar a su objetivo en el mínimo tiempo posible; mientras los otros sufren todas las vejaciones de los héroes a la vuelta del frente. Maillard encarna el personaje que sufre todo esto: no poder volver a su trabajo anterior, perder a su novia por no tener un trabajo digno y por el tiempo pasado en el frente, acabar haciendo los trabajos más despreciados por el resto de la gente, el desprecio de aquellos que quedándose en la retaguardia miran con altivez a los ex-combatientes por creerse con unos derechos por el solo hecho de estar malviviendo en trincheras.
No sé que habrán visto otro, pero yo veo una crítica a todo lo que envuelve el poder, el dinero, la guerra y las relaciones sociales. La guerra, ya sea durante o después, como un vehículo para hacer negocio, para que unos desalmados se lucren y no tengan consideración con el que ha sacrificado su vida. La hipocresía a través del reconocimiento del ex-combatiente mediante la construcción de monumentos, sufragados con suscripciones populares, construcción que es abono de corrupciones y estafas. De hecho, Maillard y Péricourt acaban ejecutando un gran estafa aprovechándose de esa fingida e impostada sensibilidad por el recuerdo el caído, mientras se humilla e ignora al que regresó triunfante.
Las relaciones familiares están muy presentes: Padrelle por que ya no tiene; Maillard por que quiere formar una, pero le deja su novia, y además tiene una madre que siempre está poniéndolo por los suelos; y Péricourt, por la incompresión de su padre, la añoranza de su madre fallecida y el recuerdo protector de su hermana. Asimismo, la relación entre el padre y la hermana de Péricourt, teniendo a éste siempre presente.
La novela da para extenderse mucho más, para leerla con lápiz y papel, tomar notas, recoger grandes frases cargadas de mucha mala leche, que aunque comprendan a una sociedad de hace un siglo, no dejan de estar vigentes a día de hoy.
Como hace el autor en el epílogo, hay un personaje singular, Merlin, un funcionario viejo, amargado y marginado, que representa la dignidad y la decencia, que siendo el encargado de un trabajo sucio, acaba sacando a la luz una de esas vergonzantes corruptelas que tanto se prestan en estas circunstancias, del que nadie se acaba acordando, pero que es imprescindible.

jueves, 13 de julio de 2017

Maigret.

Maigret es la novela de Simenon que lleva como título el apellido del famoso comisario. Aunque por el título pareciera ser la primera de la serie, no es así, transcurre con el comisario ya jubilado.


Como todas las novelas de Maigret, estamos ante un corto relato, no llega a las 200 páginas, pero bastan y sobran para lo que Simenon quiere explicar.
Como ya he dicho, nos encontramos a un Maigret jubilado, que vive en el campo, lejos del bullicio de la Ciudad de las Luces.
Una noche, la tranquila rutina de Maigret se ve interrumpida por la llegada de su sobrino Phillipe, oficial de policía, que angustiado le explica a su tío que es muy probable que la policía venga a arrestarle como presunto asesino de un delincuente que regenta un club nocturno.
Tras las explicaciones de su sobrino, Maigret decide ponerse en marcha hacia París para intentar averiguar todo lo concerniente al suceso relatado por Phillipe. Dado el carácter apocado de Phillipe, Maigret no duda de su palabra y se adentra en los entresijos de la noche parisina y de los clubes nocturnos, donde el consumo de estupefacientes y de sexo es moneda corriente.
Una vez repasadas las pruebas, las declaraciones de su sobrino e inspeccionado sobre el terreno, el lugar de los hechos y los presuntos implicados, Maigret cae en la cuenta de que no hay manera material de librar a su sobrino de la acusación de matar a un pequeño delincuente, testaferro de un importante delincuente, que ejerce, a ratos, de confidente de la policía.
Junto a esta falta de pruebas que inculpen al verdadero asesino, Maigret cuenta con la aversión del comisario que ocupa el puesto que él ocupó en el pasado, lo que le obliga a recurrir a instancias superiores, para poder poner en práctica su plan.
El plan consiste en hacer confesar a los instigadores y ejecutores de los crímenes, tanto el que se imputa a su sobrino, como otro anterior.
Obviamente, Maigret se sale con la suya y consigue eliminar las sospechas que recaen sobre su sobrino en la comisión del crimen.
Volvemos a tener al Simenon de siempre, el que nos detalla la situación a resolver por su comisario, y nos da pinceladas de todos aquellos que tienen un papel medianamente destacado en la trama. La trama es obvia: presentación del caso, desarrollo de la investigación y desenlace. Sin artificios, sin grandes enredos que lo compliquen todo.
La novela, escrita en 1933, ya nos presenta a un París en el que ya corren, por la noche parisina, todo tipo de sustancias recreativas que conducen a la adición. De hecho, el motivo del asesinato es evitar el registro de un club en el que se sospecha que hay un alijo de cocaína. Como curiosidad, hay una conversación en la que una prostituta le relata a Maigret su experiencia con el éter (conseguido en la farmacia) y dos o tres clientes, que lo único que quieren es colocarse.
Creo que muchos de los que se quedan atrapados por narrativas contemporáneas en las que las drogas tienen un papel preponderante, deberían leerse a autores de la primera mitad del siglo XX. Descubrirán que ese mundo de desfase y consumo de los setenta y los ochenta, no es tan novedoso como parece. Y, mucho menos, en la narrativa actual.
Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional

miércoles, 5 de julio de 2017

El poder de las tinieblas

Relectura de la segunda entrega del detective Charlie Parker. Creo que voy a ser, o a intentarlo, conciso y breve.
Es la segunda que releo e, igualmente, me ha dejado más frío que caliente, no me causó la misma impresión que la primera lectura. No sé si son cosas de la edad, del momento o de lo motivado que te hallas en un momento y en otro.


El argumento: tras una entrega frustrada de una rehén, Billy Purdue huye con 2.000.000 de $. A su búsqueda se lanzan, por un lado, un miembro de la mafia de Boston, Tony Celli, que quiere el dinero para tapar unos pufos con mafiosos de mayor calado; por otro, un "ejecutor" de los deseos de los mafiosos que han sido estafados; Charlie Parker, buscando el dinero de la pensión que Billy debe a su ex-mujer; y el padre natural de Billy.
Los hechos se entrelazan constantemente, los hilos traman un tejido en el que se vinculan todos los actores y hechos del pasado que vuelven al presente y, todos, tienen que ver con Billy.
La vuelta al pasado tiene que ver con un caso irresoluto del abuelo de Parker, que persiguió durante toda su vida a un asesino en serie de mujeres, maltratador y que su único objetivo era perpetuar su estirpe y seguir sembrado el dolor que recibió por parte de su madre.
El libro tiene dos partes diferenciadas: una primera en la que en la búsqueda de Billy, Parker indagando en el pasado de este, encuentra con el caso de su abuelo y cómo este caso se vincula a Billy, y cómo en esta búsqueda tropieza con la gente que busca a Billy por su dinero. 
La segunda parte se centra en la búsqueda de Billy y del asesino que trajo de cabeza al abuelo de Parker, búsqueda que se torna angustiosa, cuando desaparece la hija de un ex-compañero de Parker, cuando este era policía.
Como siempre, Parker va acompañado de sus "ángeles de la guardia" Louis y Angel, rememora a Rachel, la psicóloga con la que tuvo un afer en tiempos pasados y los "encuentros" con su mujer e hija, cuando se acerca el aniversario de su muerte.
Es una novela sobre malos, mafiosos y asesinos sin escrúpulos, sea cual sea su motivación; una novela sobre el mal que habita en mucha gente, de cómo las circunstancias abocan a mucha gente a un callejón sin salida y que son golpeados constantemente, más por su origen que no por sus acciones.
La relectura me ha hecho replantearme mi primera lectura. Creo que no tiene la fuerza que en un principio pude percibir. Es una novela que no tiene más fondo que el mal y las diferentes formas que toma, hay una velada referencia a los malos tratos infantiles y, quizás, al sistema de tutela y adopción de los niños de familias desestructuradas o huérfanos, así como a la asistencia a los ancianos que son recluidos en residencias.
Hay un exceso de explicitación de la violencia que no siempre tiene sentido, un afán de describir, con minuciosa precisión, las herramientas de la muerte utilizadas por cada personaje, a la que no le encuentro sentido alguno.
La trama y desenlaces son correctos, sin fallas ni agujeros, pero sin sorpresa alguna.
Parece que sí, que con el tiempo todo cambia, incluso la percepción de experiencias pasadas.

miércoles, 7 de junio de 2017

El prestamista

Este es un libro que cuando lo tienes en las manos y hojeas sus páginas y su contraportada no estás convencido que sea la lectura correcta. Piensas que es una de esas rarezas del editor, que le da por escoger a un autor desconocido de hace 50 años y publicarlo por que nadie lo ha hecho. El diseño marca de la editorial, Los libros del asteroide, no ayuda en nada (ya sé que lo que importa es lo que hay entre la portada y la contraportada) en tomar la decisión.
Pues así estaba en la biblioteca, con el libro en las manos y nada convencido de llevármelo. Suerte que un impulso me hizo liarme la manta a la cabeza y seguir adelante. Muy contento de seguir el impulso.


La historia versa sobre la vida de Sol, un prestamista judío que tiene una tienda en Harlem, mientras pasa horas y días interminables dentro de su tienda. Junto a él, está su ayudante Jesús Ortiz, un hispano negro, que tras meterse en mil enredos de dudosa legalidad, cuando no de firme ilegalidad, decide hacer un paréntesis y trabajar como ayudante de Sol.
Con estos elementos, se puede pensar que no hay de donde sacar una historia, pero Wallant consigue dotar a la tienda de una potencia como si fuera un personaje. Cómo un pequeño establecimiento puede suponer un ecosistema que contiene una fauna con una potencialidad narrativa impresionante.
La tienda, como todo ecosistema, es el lugar por donde transitan y habitan un sinfín de especies, que cada una con sus particularidades, solo tiene un fin, que no es otro que la supervivencia. Y es la tienda, y el prestamista, los que les proporcionan esos nutrientes para poder seguir un día más.
La tienda del prestamista es la metáfora de un lugar, que como el cementerio, iguala a todos en cuanto pasas por su puerta. Ya puedes ser o parecer, pero entrar allí solo significa una cosa, que hay algo que ocultar, algo que solucionar y que solo el dinero lo puede hacer. Desfilan todo tipo de personajes, de toda extracción social y de cualquier origen: negros sin trabajo, blancos adictos, prostitutas, pederastas, artistas frustrados o fracasados, madres maltratadas y sometidas... un sinfín de supervivientes y de náufragos.
En paralelo tenemos los demonios de Sol. Sol es un superviviente de los campos de concentración, donde perdió a toda su familia. La experiencia de la vida en el campo supone una losa para su vida, de hecho, su carácter viene marcado por todo lo que pasó, por ser testigo de todo lo que vio y sufrir en sus propias carnes toda aquella atrocidad. Como respuesta, Sol se convierte en un asocial, en una persona dura, seca, adusta. La tienda le sirve de confort para soportar todas sus miserias siendo espectador de las miserias ajenas.
Como superviviente de un campo de concentración, Sol rememora los momentos más crudos de su cautiverio. Creo que aquí Wallant está brillante, superlativo. Pudiendo ser sensiblero, pudiendo recrearse, pudiendo hacer un relato lacrimógeno, extenso, casi victimista, opta por todo lo contrario, por ser conciso, por reducir los recuerdos de Sol a momento puntuales, sobre todo recurriendo a los sueños que reviven su experiencia. Son apenas unos párrafos, pero narras momentos de una crueldad y brutalidad impresionante, pero sin recreaciones. Conciso y directo, haciendo innecesaria una prosa extensa para describir tanta crueldad, brutalidad e inhumanidad.
Ese carácter seco, hierático, adusto, monolítico tiene una microscópica grieta. Esta grieta se produce por dos hechos puntuales: uno, la llegada a la tienda de una trabajadora social, que busca dinero para poder ayudar a niños abandonados, maltratados, apartados de una vida normal, que a pesar del trato brusco que le propina Sol, ve en él a un alma sufridora y que pondrá todo su empeño en intentar aliviar el peso con el que carga; y dos, el hecho de enterarse que, sabiendo que su tienda es una tapadera para lavar el dinero de negocio poco legales de un mafiosos, parte del dinero que blanquea proviene de un prostíbulo, en el que trabaja una clienta habitual de su negocio. Esto enlaza con sus recuerdos en el campo y le hace tomar la determinación de no admitir más el dinero que provenga de aquel negocio. De esta manera se enfrenta al mafioso, a su patrocinador, gracias al que puede llevar la vida holgada que lleva, él y la familia de su hermana. 
Jesús es el otro protagonista de la novela, aunque es un protagonista menor. Es todo lo contrario a Sol: joven, vital, ambicioso, alegre, con ganas de comerse el mundo, impulsivo, que maldice su suerte, que no entiendo por qué no puede ser el que disfrute de una vida cómoda como la de Sol. Esto le lleva a plantearse a acometer todo lo que sea necesario para revertir su situación, sea por la vía que sea.
Es este abanico de singularidades que son los clientes que Wallant retrata en la tienda de Sol, me ha impresionado el personaje de un pederasta que reprime sus impulsos en los empeños y en las conversaciones literarias que mantiene con Sol mientras realiza las transacciones. Wallant nos muestra la batalla interna, cómo es consciente de su condición y ver que la única esperanza que tiene es su visita ritual al prestamista, llegar a planear su próxima visita, cuál es el tema de conversación a introducir y como, en un momento de la crisis que sufre Sol, se ve ignorado rechazado y como dentro de su ser se va derrumbando el dique que contiene sus impulsos y pulsiones y cómo ve de inevitable es volver a cometer abusos.
El libro es de lo mejor que he leído últimamente, creo que mucho publicado (lo de escritor le viene grande a muchos a los que les editan libros y es su profesión) debería leerlo y reflexionar sobre sus propias capacidades.
Podría estar diseccionando cada situación en la que se encuentran Sol y el resto de personajes: su relación con su hermana y su familia; con la mujer de un compañero del campo de concentración que no pudo sobrevivir; con un personaje que utiliza su condición de superviviente para medrar y amedrentar a otros judíos con la excusa de judíos sometidos fuera de Estados Unidos e Israel... Por eso creo que leerlo es lo mejor que se puede hacer.
Espero volver a recuperar al autor más adelante. Lástima que solo pudo editar cuatro novelas y, creo, no todas están traducidas.
Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional

lunes, 22 de mayo de 2017

La casa del canal

Enlazando con la entrada anterior, la sentencia de "si breve, dos veces bueno" se cumple de manera absoluta. Simenon, en apenas 150 páginas, nos dibuja un cuadro en el que retrata el choque entre el campo y la ciudad desde los ojos de una joven belga. Esta brevedad le dota de la intensidad e interés que Cockey no consigue en ningún momento. Se podría pensar que no tienen nada que ver ambas novelas, pero aquí Simenon esboza unos finos trazos de novela negra, que hacen palidecer la obra de Cockey, que su intención es la de hacer una obra de género.


Como he apuntado, no encontramos ante una novela que nos explica la vida de una joven huérfana de Bruselas que llega a una finca de Flandes, donde es acogida por la familia de su madre. Su llegada coincide con la muerte de su tío, cosa que hace que las funestas perspectivas de Edmée ante su nueva situación, lo sean aún peores.
Simenon nos explica la vida y los comportamientos de todos los que comparten la vida en esa hacienda: Edmée, sus primos y primas y su tía recién enviudada. Circunstancialmente aparece otro tío, que vive en una pequeña ciudad cercana, pero no en una de las grandes capitales belgas.
Simenon retrata o esboza, según la importancia del personaje en la narración, los estereotipos propios de la zona y la época: la tía viuda religiosa y tradicional; un primo que representa al hacendado de la zona, que lleva una vida en la que ha de hacer patente su condición social de propietario, sobre todo en las apariencias hacia fuera; el primo tosco, rudo, de campo, que se encarga de que todo funcione en la finca; la prima soñadora con la ciudad, pero criada en el campo y con la cabeza llena de mariposas. A todos estos contrapone a Edmée. Joven, refinada, criada en la ciudad, hija de un médico, con cierta cultura y gustos refinados, que se incrusta en un espacio social, físico y familiar que no es el suyo, en el que se halla desubicada. Es este choque, esta aversión a su nuevo entorno la que le provoca que sus actuaciones sean de lo más caprichosas e insensatas, como una rebelión contra ese destino del que no puede huir por sí sola. Este aislamiento lo remarca Simenon con el hecho que Edmée solo habla francés, mientras que su tía y sus primas pequeñas, solo hablan flamenco, con lo que el aislamiento se hace más palpable en los momentos en que Edmée está sola con su tía.
A pesar de su juventud, Edmée es una manipuladora, es consciente de su diferencia respecto a lo que la rodea y hace un uso perverso de esa diferencia, hasta el punto de provocar un enfrentamiento velado entre los dos hermanos. Sobre todo manipula al primo más rural, el cúal es más resolutivo, más práctico, tiene una forma de pensar más primaria, sin los matices e interpretaciones que sí que rondan a Edmée. Son reacciones pueriles y perversas, puro egoísmo. Es la válvula de escape de la prisión sin barrotes en la que se encuentra.
Simenon retrata las miserias del alma humana, las vilezas y las bajezas, pero lo hace sin efectismos y sin alardes, con sencillez, exponiendo las cosas directamente, sin censuras, ni morbosidad. Contrapone modelos, formas de ser, personas por parejas: los dos hermanos, los primos de Edmée, son el anverso y el reverso de una moneda; y Edmée y su prima, por otro lado. A las diferencias de carácter y de visión de la vida, les añade el componente físico, para acentuar esas diferencias.
La resolución del libro es muy acertada y está bien ejecutada, sin excesivos artificios, quizás un poco brusca y directa, sin conectarla directamente con el resto del relato, pero de una forma que le da coherencia al texto en global.

martes, 16 de mayo de 2017

Un cadáver en la cocina.

Cuanto más deseas leer un libro, ver una película, seguir una serie, visitar un lugar y cuando la espera se ha hecho largo, el riesgo de decepción se multiplica exponencialmente. Esto me ha ocurrido con Tim Cockey y Un cadáver en la cocina.
En algún lugar leí algo sobre él que me hizo buscarlo, por el interés que suscitó, pero no había manera de encontrarlo. Ya se sabe, esos autores que se editan dos libros y luego desaparecen de los intereses (monetarios) de los editores. La casualidad quiso que, al entrar en una tienda de libros usados, me hallase ante él y me hice con el título en cuestión. La decepción se ha ido consumando página a página.


La curiosidad que provocó mi interés fue que el protagonista era un enterrador, que al final solo es el empleado de una funeraria. No esperaba a un solitario, oscuro y necrófilo protagonista, pero tampoco al personaje que retrata Cockey, un personaje plano, con algún detalle irónico y bastante mundano. Nada que despertase interés alguno.
La novela trata sobre dos muertes, una nada más abrir la primera página, en la que un amigo de Hitchcock Sewell, le llama para que venga a buscar un cadáver antes de que llegue la policía y que lo coloque en algún sitio. Visto el absurdo de la situación, Hitchcock le hace entrar en razón y que avisen a la policía. El hecho de hallarse en el lugar del crimen antes de la denuncia, le convierte en sospechoso.
Por otro lado, tras la recogida de un cuerpo en una residencia de ancianos, Hitchcock reconoce a la cocinera de un bar donde iba cuando era estudiante. Y la visita de vez en cuando, mientras ve como se deteriora rápidamente.
Pues entre una y otra muerte, Cockey va navegando sin rumbo y sin sentido, hasta que por arte de magia se relacionan ambas. En medio, enredos familiares, líos de faldas, suspicacias, amores ocultos y dinero, siempre el dinero.
El libro es nada, confuso, mucha paja y poco contenido. La resolución del caso es bastante lamentable: odio enfermizo al amor platónico de un patriarca, la sed de venganza que acaba volviéndose en su contra. Eso y mal explicado, peor que lo que estoy escribiendo, cosa muy difícil.
Roza, acaricia, resbala sobre los tópicos de las novelas con muerto y misterio: algo de sexo, infidelidades, dinero.
Sinceramente, me ha defraudado tanto que no sé qué poner. Creo que la confusión es la responsable de esta decepción, casi tanto como el escribir sobre nada y no sacar partido de un personaje que da más de sí. Apenas explota la vena sarcástica y burlona que daría un personaje con tan singular profesión, pero nada, un par de pinceladas.

jueves, 27 de abril de 2017

La vida en sordina

Creo que es una virtud de algunos escritores, sobre todo británicos, de hacer a partir de un tema banal, una novela notable, casi sobresaliente. En este caso, David Lodge lo consigue con La vida en sordina. A partir de la deficiencia auditiva, creciente en la narración, del protagonista, construye un relato sobre grandes temas vitales y personales, como la muerte, la familia, la soledad. Todo ello con un tono divertido, que te dibuja una sonrisa durante muchos pasajes, pero es un tono que no esconde la seriedad de los temas y del fondo de la novela.


Desmond es un catedrático de lingüística jubilado que por un malentendido causado por su problema de oído, se compromete a ayudar a una atractiva joven a mirar la tesis doctoral que está preparando. El tema, el análisis lingüístico de las notas de suicidio.
El hecho de no ser consciente de su compromiso y del atractivo de la demandante provocan un sentimiento de culpabilidad, de infidelidad hacia su mujer, que lo aboca a inventar excusas absurdas para justificar su ayuda.
Junto a su preocupación por justificar los encuentros con la alumna de tesis, Desmond reflexiona sobre su problema auditivo en relación a su día a día y en la vida social en la que halla involucrado en los últimos tiempos. Compara la sordera con la ceguera, como la última genera un sentimiento de lástima, tiene una potencialidad literaria que la sordera no provoca, todo lo contrario, al sordo se le trata como alguien taciturno, seco, gruñón, ya que hasta que no pone en conocimiento su deficiencia, se asume que el comportamiento derivado de ésta es una manifestación de su carácter como persona y no consecuencia de su dolencia.
Lodge va introduciendo en el desarrollo de la novela la relación de Desmond con su mujer, que tras un divorcio productivo y una recuperación de la fe religiosa perdida, ha triunfado en los negocios, al estar en el lugar adecuado justo un momento antes del momento adecuado. Esto provoca que Desmond pierda el papel del hombre cimiento del hogar, papel que asume su mujer y esta asunción supone un cambio en las relaciones sociales y cómo él pasa a ser la pareja de la anfitriona.
Otro personaje que acaba siendo fundamental es el padre de Desmond. Antiguo músico de orquesta, jubilado, que vive en Londres, en su casa de toda la vida, acostumbrado a una manera de vivir espartana, austera, siempre presente la posibilidad que las cosas se puedan torcer y que hay que estar prevenido. Esta austeridad roza el "diogenismo" (no sé si existe el palabro, me temo que no), lo que provoca vergüenza ajena en el propio Desmond. El padre de Desmond va sufriendo un rápido deterioro, durante la narración, consecuencia de un principio de demencia, situación que se agrava con un derrame que limita, enormemente, su autonomía y libertad.
Todo esto sucede durante un período de unos cuatro o cinco meses, ya que Lodge lo estructura a modo de diario o dietario, en el que Desmond va apuntando todo aquello que le va aconteciendo desde la fiesta en la que se compromete como tutor de la tesis hasta el funeral de su padre, pasando por las fiestas navideñas.
Como colofón a la novela, tenemos el viaje a Polonia que realiza Desmond, huyendo un poco de la rutina y de los difíciles momentos con su mujer, a consecuencia de las fiestas navideñas. En ese viaje, para dar unas conferencias, acaba visitando los campos de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, que le supone un impacto total en su manera de ver el mundo. Lo que se agrava al conocer la noticia del derrame cerebral de su padre y su repentina dependencia total para seguir con vida y realizar las tareas más básicas: alimentación e higiene personal.
Me ha gustado mucho, es de las lecturas modernas, del siglo XXI, de las que más me ha gustado. Tanto la forma de narrar como lo narrado calan muy hondo y trata temas de profunda reflexión. Y todo, como digo al principio, a partir de algo anecdótico, como es la sordera.
La muerte es un tema constante y fundamental en la narración. No tanto la propia, como la ajena. Cómo influye la muerte ajena en uno mismo y que actitudes afrontar ante el hecho luctuoso. O, como la vida te lleva a tener que tomar decisiones y, según la circunstancia, a ejecutarlas. Como la muerte puede ser la liberación de aquel que se encuentra desahuciado ante la vida, en la que seguir respirando un minuto más es una tortura.
La soledad, como ese paso previo a la muerte. La soledad como aislamiento, el aislamiento como protección ante lo nuevo y lo desconocido, ante aquello que nos cuesta de entender. Todo esto lo ejemplifica en los párrafos en los que Desmond y su padre son protagonistas, sobre todo cuando se plantea la búsqueda de una residencia, al descubrir los síntomas de dejadez e imposibilidad de cuidarse de su padre. La descripción de los residentes es un golpe seco directo al estómago, ya que las acaba definiendo, como el paso previo a la muerte, un aparcamiento en el que la única salida es en postura horizontal y con el rostro cubierto. Relacionado con el confinamiento obligado de una residencia para ancianos, está, en contraposición, el aislamiento voluntario, rodeado de futilidades envueltas en un supuesto lujo y buen gusto. Lodge lo enlaza en unos pasajes en que Desmond y su mujer se van a pasar el año nuevo a un complejo con la socia de su mujer y su pareja. Nos describe un complejo, en el que entrar y salir tiene las mismas medidas de seguridad que una cárcel, en el que sentirte libre. Hete aquí la contradicción, la libertad de moverte en un gran patio de una cárcel de lujo. Es como si nos quisiera decir, disfruta del lujo, renunciando al lujo de tu libertad, rodeado de comodidades, a precios desorbitantes, dentro de una jaula de cristal.
Luego está la muerte en el campo de exterminio, la incomprensión que le genera el hecho que alguien se plantee la construcción de una factoría de la muerte. Cómo el desprecio por la vida ajena puede llegar a esos niveles..
La muerte como fortalecedora de unos lazos que la rutina han ido desgastando en un día a día, en el que el egoísmo personal mina la relación con la persona con la que compartes tus días. El hecho traumático materializa lo efímero de la vida y relativiza aquello que parece que sea una tragedia, cuando no deja de ser orgullo mal entendido y nada generoso.
El hecho de escoger a un lingüista sordo como protagonista es casi una genialidad, supongo que en la literatura habrá casos anteriores similares. Pero que una persona que se dedica al lenguaje, expresión vocal incluida, sea sordo tiene ese punto de sarcasmo.
Es una novela donde está presente el desplazamiento social de una persona. Todos somos aisladores y víctimas del aislamiento. Nos desplazan a la periferia o desplazamos a otros. Y la razón no es otra que disfrutar de un cierto estatus y posición dentro de unos determinados grupos. El problema es hacer de eso la guía de tu vida.

viernes, 7 de abril de 2017

El volcán de oro.

Jules Verne, Julio para la mayoría de los mortales, quién no se ha leído un libro de Verne. Bueno, pues este es el primero que me leo, bueno, quizás en el colegio me leí La isla misteriosa o alguna de aquellas ediciones adaptadas, supongo, para niños de alguno de sus títulos más famosos. Quiero decir que es el primer libro que leo de forma consciente y voluntaria.
¿La elección? Pues que no era uno de los grandes títulos del francés, con el añadido de tema a tratar, la fiebre del oro del siglo XIX.


El libro narra las aventuras y desventuras de dos primos francocanadienses que heredan una parcela en el Klondike, en plena Fiebre del oro de finales del siglo XIX y deciden, antes de tomar una decisión sobre una oferta de compra, ir a visitar la herencia para poder valorarla en su justa medida y saber si la oferta se ajusta o no a la realidad.
A partir de esta premisa, Verne desarrolla un libro de viajes en el que inserta ese fenómeno que fue la Fiebre del oro, que asoló la costa pacífica de Norteamérica durante el siglo XIX y de la cual, todavía (hay algún programa en esas infumables frecuencias de la TDT) queda algún rastro. Aprovecha esta fiebre para dar alguna pincelada de las aventuras a las que nos acostumbró en el resto de su producción literaria.
Digo que es un libro de viajes, por que el peso principal de la narración es la descripción del viaje que realizan desde Montreal hasta las costas del océano Ártico, pasando por toda la geografía que enmarcó dicho fenómeno económico y migratorio. Nos hace un retrato de territorios y de todas las grandes poblaciones por las que discurre su recorrido. Asimismo, no deja de describir todos aquellos accidentes geográficos que tienen su importancia dentro de ese recorrido.
La otra parte del libro es su visión sobre el citado fenómeno, visto desde los dos puntos de vista: desde aquel a quien atrapa la Fiebre del oro, que define constantemente como una enfermedad física; como la del escéptico que mira todo lo que produce: miserias, comportamientos amorales, las incoherencia provocadas por la riqueza o sus expectativas. Esto lo plasma en los personajes de los dos primos: uno, ingeniero, es el que sucumbe a los influjos de dicha fiebre; mientras que el otro, amante de la caza y la tranquilidad, no en vano representa a un rentista, lo observa con escepticismo y supone el contrapeso a la temeridad del contagiado de "fiebres".
Es un libro donde se reflejan las ilusiones y los contratiempos, intentando reflejar la realidad de ese fenómeno en toda su amplitud, tanto del que se queda en el camino, del que llega y no consigue más que ser mano de obra, como del que se llena los bolsillo de billetes, que según su carácter, no sabe administrar y solo piensa en el próximo filón a explotar, ya que la fiebre no baja, a pesar de tener oro en los bolsillos.
La parte de libro de viaje supera ampliamente a la de aventuras, las descripciones parecen sacadas de un cuaderno de viajes realizado por el propio Verne. Mientras que la parte narrativa que se ocupa de las desdichas y desventuras de los protagonistas es bastante simple y, sobre todo, muy predecible, sobre todo para la mirada actual, que busca en la literatura algo más que una descripción de una sucesión de hechos que son los más probables. Quizás esa fuese la intención y el mérito.
Mantiene el interés por la ciencia y el conocimiento, tan habitual en sus novelas, con amplias descripciones sobre como se explotaban los placeres (2. m. Arenal donde la corriente de las aguas depositó partículas de oro.) de oro. No deja de ser un escritor del XIX, como demuestra esa manera de tratar a las mujeres, sobre las cuestiones del honor y la honra. El hombre ha de ser un caballero y defensor de los débiles, sobre todo si son mujeres. Era otra época y otra forma de pensar. Ese sentido de la justicia,
Ahora tengo que buscar a Jack London, para comparar los tratamientos de esa "enfermedad".