miércoles, 9 de agosto de 2017

Sakamura, Corrales y los muertos rientes.

Lo malo de acabar un libro en domingo, es que el lunes tienes que recurrir a tu biblioteca personal y no a los caladeros que son las bibliotecas públicas. Por temas de logística, mis compras se han reducido a casi cero, el saber no ocupa lugar, pero los libros sí.
Pues rebuscando algo ligerito y rápido de leer, he releído la tercera novela, creo, de Pablo Tusset, el de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán.
Bueno, pues mi opinión no ha cambiado mucho, confirmando lo que es, una lectura ligerita, con cierta intencionalidad, en la que se intenta repartir, pero acaba siendo bastante tibio.

Nos encontramos en un pueblo de la Costa Brava, en el que han aparecido muertos tres extranjeros con una pronunciada sonrisa en el rostro tras el óbito. Tal profusión de cadáveres hace que la Interpol envíe a un inspector a averiguar lo sucedido, Sakamura, un inspector japonés. Como enlace, tiene a un cabo de la Guardia Civil encargado de las aduanas.
Ambos personajes son estereotipos de los tópicos que se suponen por la nacionalidad que tienen: el japonés, ordenado, metódico, todo zen y artes marciales; el español, vago, bebedor, vividor, intento de mujeriego.
En paralelo, se describen las andanzas de los políticos estatales y autonómicos y la monarquía para tapar o descubrir que hay tras esas misteriosas muertes.
Tusset intenta cargar con ironía hacia todos los tópicos que envuelven la vida política española y todas las cuitas territoriales: el centralismo, la monarquía, los republicanos peleados, los partidos políticos serviles, los terroristas. Pero lo hace de tal manera, que le queda un ridículo intento de ridiculizar.
La primera lectura me pareció divertida, creo que alguna sonrisa se me escapase, pero no ha aguantado el paso del tiempo. Supongo que, dado el momento político actual, el libro ha perdido la frescura que hubiese podido tener en un principio.
Creo que lo más destacado es como incide en el tema de la irresponsabilidad, tanto activa como pasiva. Activa en el sentido de actuar sin mirar las consecuencias y pasiva en el sentido de no asumir ningún tipo de responsabilidad e ir pasando la tostada al siguiente.
Igualmente, critica todas las posiciones maximalistas de todas las partes y esa envidia, sentimiento tan arraigado en estas latitudes.
La narración es deslavazada, la historia no tiene sentido, parecen una excusa para meter el dedo en la llaga, pero es que a nivel literario tampoco es ningún prodigio. Es una lectura resultona, poco más.
Creo que es muy tibio en el fondo del tema que trata, que no deja de ser como está la relación entre el estado y las diferentes formas de sentir de los territorios. Sí que pone el dedo en la llaga con el uso de Catalunya como cabeza de turco y el saco de boxeo al que moler a palos cuando hay algún problema, pero al final queda un regusto de la unidad sacrosanta de España, como algo místico e indisoluble, sobre ese dogma pasa bastante de puntillas.