miércoles, 7 de junio de 2017

El prestamista

Este es un libro que cuando lo tienes en las manos y hojeas sus páginas y su contraportada no estás convencido que sea la lectura correcta. Piensas que es una de esas rarezas del editor, que le da por escoger a un autor desconocido de hace 50 años y publicarlo por que nadie lo ha hecho. El diseño marca de la editorial, Los libros del asteroide, no ayuda en nada (ya sé que lo que importa es lo que hay entre la portada y la contraportada) en tomar la decisión.
Pues así estaba en la biblioteca, con el libro en las manos y nada convencido de llevármelo. Suerte que un impulso me hizo liarme la manta a la cabeza y seguir adelante. Muy contento de seguir el impulso.


La historia versa sobre la vida de Sol, un prestamista judío que tiene una tienda en Harlem, mientras pasa horas y días interminables dentro de su tienda. Junto a él, está su ayudante Jesús Ortiz, un hispano negro, que tras meterse en mil enredos de dudosa legalidad, cuando no de firme ilegalidad, decide hacer un paréntesis y trabajar como ayudante de Sol.
Con estos elementos, se puede pensar que no hay de donde sacar una historia, pero Wallant consigue dotar a la tienda de una potencia como si fuera un personaje. Cómo un pequeño establecimiento puede suponer un ecosistema que contiene una fauna con una potencialidad narrativa impresionante.
La tienda, como todo ecosistema, es el lugar por donde transitan y habitan un sinfín de especies, que cada una con sus particularidades, solo tiene un fin, que no es otro que la supervivencia. Y es la tienda, y el prestamista, los que les proporcionan esos nutrientes para poder seguir un día más.
La tienda del prestamista es la metáfora de un lugar, que como el cementerio, iguala a todos en cuanto pasas por su puerta. Ya puedes ser o parecer, pero entrar allí solo significa una cosa, que hay algo que ocultar, algo que solucionar y que solo el dinero lo puede hacer. Desfilan todo tipo de personajes, de toda extracción social y de cualquier origen: negros sin trabajo, blancos adictos, prostitutas, pederastas, artistas frustrados o fracasados, madres maltratadas y sometidas... un sinfín de supervivientes y de náufragos.
En paralelo tenemos los demonios de Sol. Sol es un superviviente de los campos de concentración, donde perdió a toda su familia. La experiencia de la vida en el campo supone una losa para su vida, de hecho, su carácter viene marcado por todo lo que pasó, por ser testigo de todo lo que vio y sufrir en sus propias carnes toda aquella atrocidad. Como respuesta, Sol se convierte en un asocial, en una persona dura, seca, adusta. La tienda le sirve de confort para soportar todas sus miserias siendo espectador de las miserias ajenas.
Como superviviente de un campo de concentración, Sol rememora los momentos más crudos de su cautiverio. Creo que aquí Wallant está brillante, superlativo. Pudiendo ser sensiblero, pudiendo recrearse, pudiendo hacer un relato lacrimógeno, extenso, casi victimista, opta por todo lo contrario, por ser conciso, por reducir los recuerdos de Sol a momento puntuales, sobre todo recurriendo a los sueños que reviven su experiencia. Son apenas unos párrafos, pero narras momentos de una crueldad y brutalidad impresionante, pero sin recreaciones. Conciso y directo, haciendo innecesaria una prosa extensa para describir tanta crueldad, brutalidad e inhumanidad.
Ese carácter seco, hierático, adusto, monolítico tiene una microscópica grieta. Esta grieta se produce por dos hechos puntuales: uno, la llegada a la tienda de una trabajadora social, que busca dinero para poder ayudar a niños abandonados, maltratados, apartados de una vida normal, que a pesar del trato brusco que le propina Sol, ve en él a un alma sufridora y que pondrá todo su empeño en intentar aliviar el peso con el que carga; y dos, el hecho de enterarse que, sabiendo que su tienda es una tapadera para lavar el dinero de negocio poco legales de un mafiosos, parte del dinero que blanquea proviene de un prostíbulo, en el que trabaja una clienta habitual de su negocio. Esto enlaza con sus recuerdos en el campo y le hace tomar la determinación de no admitir más el dinero que provenga de aquel negocio. De esta manera se enfrenta al mafioso, a su patrocinador, gracias al que puede llevar la vida holgada que lleva, él y la familia de su hermana. 
Jesús es el otro protagonista de la novela, aunque es un protagonista menor. Es todo lo contrario a Sol: joven, vital, ambicioso, alegre, con ganas de comerse el mundo, impulsivo, que maldice su suerte, que no entiendo por qué no puede ser el que disfrute de una vida cómoda como la de Sol. Esto le lleva a plantearse a acometer todo lo que sea necesario para revertir su situación, sea por la vía que sea.
Es este abanico de singularidades que son los clientes que Wallant retrata en la tienda de Sol, me ha impresionado el personaje de un pederasta que reprime sus impulsos en los empeños y en las conversaciones literarias que mantiene con Sol mientras realiza las transacciones. Wallant nos muestra la batalla interna, cómo es consciente de su condición y ver que la única esperanza que tiene es su visita ritual al prestamista, llegar a planear su próxima visita, cuál es el tema de conversación a introducir y como, en un momento de la crisis que sufre Sol, se ve ignorado rechazado y como dentro de su ser se va derrumbando el dique que contiene sus impulsos y pulsiones y cómo ve de inevitable es volver a cometer abusos.
El libro es de lo mejor que he leído últimamente, creo que mucho publicado (lo de escritor le viene grande a muchos a los que les editan libros y es su profesión) debería leerlo y reflexionar sobre sus propias capacidades.
Podría estar diseccionando cada situación en la que se encuentran Sol y el resto de personajes: su relación con su hermana y su familia; con la mujer de un compañero del campo de concentración que no pudo sobrevivir; con un personaje que utiliza su condición de superviviente para medrar y amedrentar a otros judíos con la excusa de judíos sometidos fuera de Estados Unidos e Israel... Por eso creo que leerlo es lo mejor que se puede hacer.
Espero volver a recuperar al autor más adelante. Lástima que solo pudo editar cuatro novelas y, creo, no todas están traducidas.
Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional