martes, 20 de noviembre de 2018

L'integrista reticent (The reluctant fundamentalist)

Mi vuelta al mundo por diferentes literaturas me ha llevado a un escritor pakistaní, Mohsid Hamid, pero no me ha llevado a la literatura de aquel país, sino a literatura occidental escrita por un pakistaní. Ni más ni menos. En la bio, lo ponen por las nubes y según un montón de diarios de Gran Bretaña y EEUU esta novela es la lecha, imperdible, imprescindible y capital para entender la literatura contemporáneo. Debo ser un mal lector, por que me ha parecido una novelita bastante insustancial.



La novela nos cuenta la vida de Changez, un joven pakistaní que ha estudiado en Princeton y entra a trabajar en una pequeña empresa, pero prestigiosa, de evaluador de empresas, vamos de los que estudian la viabilidad de una empresa y deciden cuanta gente sobra, por que, al final, la solución siempre es decir que sobra gente y decidir cual. Durante su estancia en New York hay dos acontecimientos que marcaran su vida: conoce a Erica, una joven estudiante de Princeton, de familia acaudalada; y el 11 de septiembre y el atentado contra el World Trade Center. 
El narrador es el propio protagonista y lo hace desde su ciudad natal, Lahore, a la que ha regresado. Se lo cuenta a un norteamericano que está en la ciudad de visita, no se sabe si por negocios o por turismo.
Sobre su relación con Erica planea constantemente el fantasma de su novio muerto de cáncer. Esto supone una gran barrera para su relación, sobre todo a partir del momento en el que da el paso crucial. Los recuerdos del novio hacen mella en Erica que acaba en un internado.
El 11-S provoca un cambio en Changez (creo que el nombre es todo un juego de palabras, que seguramente en el original en inglés quedaría más claro), basado en la reacción de la gente hacia los musulmanes, que durante la narración es poco más que puntual, lo típico, miradas malcaradas, algún insulto, recelo, pero poco más. En cambio, parece que la situación que más le preocupa es la tensión geopolítica entre la India y Pakistán, que el papel del último en relación a los talibanes (suposición mía, en el libro no queda muy claro) y las ansias de venganza de los EEUU han provocado, llegando casi a provocar una confrontación militar.
Vamos a sacar el látigo. Si se supone que tiene una intención sarcástica o irónica, el libro hace aguas por todos los lados. Se supone que las pausas durante la narración con su invitados norteamericano, llevan cierta carga, pero vamos de un nivel lamentable. Parece usar al norteamericano para reafirmar los prejuicios occidentales sobre musulmanes y su apariencia física.
¿Tiene ánimo crítico? Limitado y solo en una dirección, el imperialismo norteamericano. Pero incluso aquí es limitado. Esto se ejemplifica en un viaje a Chile de Changez. Durante una cena con un directivo de una editorial habla sobre esa ansia de gendarme del mundo de los EEUU, poniendo ejemplos de su intervencionismo pasado, pero obviando mencionar a toda Sudamérica y Chile en particular.
Al final, Changez no deja de ser un personaje de buena posición, tanto en EEUU como en Pakistán, aunque aquí haya perdido parte de su antigua posición. Creo que la falta de asunción de esa pérdida de estatus, es lo que mejor trata el autor.
Me ha parecido una novela sosa, insulsa, sin contenido y con muchas insinuaciones que no llevan a ninguna parte, como es el final del libro, en el que se parece que pretende indicar que tipo de personajes son los interlocutores, aunque su pareja de conversación no diga una sola palabra.
Lo que me ha sorprendido es la ausencia de referencias a los talibanes y los que montaron aquel atentado, no solo por el 11-S, sino por como tenían sometida a mucha población, tanto en Pakistán como en Afganistán.
Creo que el mal que aqueja a este libro tiene más que ver con la generación del escritor que con el origen del mismo, que bueno, que ha estudiado y vivido en EEUU, a parte de Pakistán.
Creo que hasta aquí ha llegado mi relación bibliográfica con este escritor, salvo que la neurona y las prisas en la biblioteca me lo impidan.

Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional

domingo, 11 de noviembre de 2018

A dalt tot està tranquil (Boven is het stil)

Buceando por la biblioteca he realizado mi primera inmersión en la literatura holandesa contemporánea, con Gerbrand Bakker. Motivos, la simple curiosidad y una lectura en diagonal de la reseña del editor en la solapa. 
Como dicen, las prisas son malas consejeras, y vamos que todavía estoy esperando a encontrarle algo de sentido a la novela.


La novela trata sobre la vida de un granjero por obligación durante los últimos meses de vida de su padre. Es granjero por obligación a causa de la muerte de su hermano gemelo, que era quien tendría que haberse quedado con la granja.
Durante este tiempo, Helmer, el granjero, va recordando tiempos pasados, en los que tenía unas ilusiones y metas, pero que el trágico acontecimiento hacen que se desvanezcan. 
Al mismo tiempo, va narrando su día a día con los animales y con los cambios que ha decidido hacer en la casa en la que ha vivido.
Durante este tiempo, Helmer recibe una llamada, una visita y una carta de Riet, la novia de su hermano, que era quien conducía el coche con el que tuvo el mortal accidente. En esta serie de encuentros, Riet le propone que su hijo, Henk, que también es el nombre del gemelo de Helmer, pase un tiempo trabajando, ya que se encierra en su habitación y no sabe que hacer con él.
En definitiva, es una novela en la que el protagonista, en constate estado de recelo, no para de compadecerse de la vida que le ha tocado vivir, por obligación, por no defraudar ni a su padre ni la memoria de su gemelo fallecido, pero a la que en ningún momento ha puesto la suficiente oposición para intentar librarse de ella.
Se nota cierta amargura en el protagonista, con momentos en los que es malcarado con cualquiera. Esto lo lleva al extremo en la visita de Riet, a la que pasea por toda la casa, en la que está haciendo cambios, y le ha dicho, previamente, que su padre había muerto, que había sido incinerado y sus cenizas esparcidas, mientras visitaban la tumba de su hermano. 
Esta amargura se ejemplifica en la envidia que tiene ante la actitud del hijo de Riet, que hace lo que él hubiese querido hacer con su edad, no hacer caso de las órdenes de su padre y no tener ningún remordimiento.
Esa misma amargura se destila en las conversaciones con su padre, en los momentos en los que tiene que dedicarse a su higiene personal, narrados descarnadamente. Es una amargura por todo aquello que no pudo hacer: conocer mundo, sobre todo Dinamarca; poder estudiar; tener familia...
Durante toda la novela, el tema de la homosexualidad latente de protagonista es constante: desde como aprende a patinar sobre los lagos helados, con ayuda del mozo que trabaja para su padre; desde la llegada del hijo de Riet; con uno de los lecheros que vienen a vaciar los tanques de ordeñado; en el reencuentro con el mozo, tras, ahora sí, el fallecimiento de su padre, con el que emprende su soñado viaje a Dinamarca.
Nos muestra la inmutabilidad del cambio constante que es el campo, la granja y la agricultura, donde el paso cíclico de las estaciones marca esa monotonía constante. Donde todo cambia para seguir todo igual.
Sinceramente, me ha parecido un sopor y un aburrimiento, que igual era la intención del autor, pero a parte de eso, no profundiza en nada más. Recordando novelas de animales, si mi débil neurona no me falla, ha sido tan soporífera como me lo parecieron El coronel no tiene quien le escriba e Historia de un caballo. Igual, si las leyese ahora y con los 16-18 con los que los leí, me parecerían otra cosa, pero esa impresión de tedio ha permanecido indeleble.
Obviamente, Bakker pasará al baúl de los olvidos.