martes, 25 de octubre de 2016

Asesinos sin rostro

Volvemos a una relectura, en esta ocasión el debut de Kurt Wallander como personaje de cabecera de Henning Mankell, Asesinos sin rostro.




El inicio de la serie de novelas de Wallander es una meritoria narración sobre los acontecimientos que envuelven a un horrendo crimen cometido sobre dos ancianos agricultores en una granja de Escania, al sur de Suecia.

Una vez hallados los cuerpos de la pareja de ancianos, sometidos a una violencia gratuita, rozando la tortura, Wallander se encarga de la investigación. Ésta se realiza siguiendo el sentido común y la metodología, que en aquellos momentos, años noventa, se cree que es la adecuada y la que permiten los medios (olvidaos de CSI y similares). Entre las escasas pistas, tienen el nudo corredizo que rodeaba el cuello de la anciana al ser hallada, con un hálito de vida, y las última palabras de ésta, "extranjero".
La investigación comienza en ese punto y con todos los conocidos de la pareja asesinada: hijos, vecinos, familiares...

En paralelo, y como consecuencia de una filtración de a la prensa de esas últimas palabras, Wallander se encuentra con una complicación añadida, el brutal asesinato de un refugiado africano, que le obliga a redoblar el esfuerzo para hallar a todos los asesinos. Esta trama se resuelve de manera más rápida, a partir de declaraciones de testigos y de una torpe denuncia de uno de los culpables, ex-policía. Esta parte puede parecer superflua, pero tiene su sentido en el conjunto de la novela, ya que trata sobre un tema muy candente en ese momento de la historia y que preocupa mucho a Mankell, la inmigración y sus consecuencias y efectos sobre una sociedad cambiante.

La investigación de Wallander le lleva a descubrir la doble vida del anciano asesinado: había hecho tratos con los nazis durante la guerra, consiguiendo unos suculentos ingresos, que ocultaba a toda su familia; había tenido un hijo con otra mujer, a la que le entregaba dinero regularmente como manutención.

Toda su vida profesional se mezcla con la personal: se acaba de separar de su mujer; no ve a su hija emancipada, que tuvo un intento de suicidio; su padre comienza a dar síntomas de un deterioro alarmante, hasta creer que tiene demencia; su mejor amigo en la policía está enfermo de cáncer; y la fiscal suplente le genera una serie de sentimientos que le llevan a actuar puerilmente.

Creo que el personaje de Wallander lo construyó Mankell para dar su visión de como estaban los tiempos cambiando a partir de la caída del Telón de Acero. Esta novela es de principios de los noventa, con el derrumbe del sistema comunista y las ingentes cantidades de ciudadanos de esos países huyendo hacia Occidente.

Mankell vehicula en Wallander todos aquellos temas que le preocupan del mundo y momento que le toca vivir: el principal motivo del libro es la inmigración y sus consecuencias. Le preocupa como y donde vive la gente que viene de fuera, cómo lo percibe los suecos que reciben a toda esa nueva población, qué hace el gobierno para gestionar la situación, cómo rebrotra la xenofobia y el nacionalismo identitario que reacciona de manera violenta (el asesinato del inmigrante y el incendio de un campo de refugiados, son las máximas expresiones en el libro). 

Otro tema que preocupa a Mankell es cómo se puede llegar a esa violencia extrema en el paraíso sueco. Ve esa violencia como un signo de cambio de la sociedad, hasta el punto de replantearse si para esos nuevos tiempos hace falta una nueva policía. Como curiosidad, la policía va desarmada. En el desenlace de la novela, Wallander se sorprendre, ante la reacción de uno de los asesinos, de ir a detenerlos y no llevar su arma reglamentaria.

Es una lectura sencilla, concisa, sin artificios, con el ritmo justo para seguir con ánimo la lectura. No hay un virtuosismo lingüístico, ni la temática la necesita ni lo pretende.

Respecto al género, no es una novela al uso. Sí que hay unos asesinos, un policía que busca la resolución y la justicia, pero el interés del libro va en lo que hay en segundo plano, en esa sociedad que está cambiando, que reacciona sin sentido, con una violencia inusitada. Wallander no es un policía superdotado, una mente privilegiada que abruma con sus argumentos y deducciones, ni un implacable policía que venera la ley y la cumple a rajatabla.





viernes, 7 de octubre de 2016

Vacilación

Ha sido una grata sorpresa y un gran acierto, sobre todo por haber sido escogido al azar, sin referencia alguna, salvo que el autor es el creador de La naranja mecánica. Esa fue la única referencia, y por que lo leí en la solapa interior.




La novela discurre durante la última misión de un espía británico, Dennis Hillier, que, durante los años de la Guerra Fría, debe cruzar el Telón de Acero para traer de regreso a un científico británico, Roper, que desertó y se marchó a la Unión Soviética. Este científico es un amigo de la infancia y compañero de estudios del espía.

Durante el encargo, Dennis se tropieza con una serie de singulares personaje, tanto en el crucero que realiza rumbo al Mar Negro, y que le sirve de tapadera, como cuando rememora su pasado en relación a Roper. En este viaje, el turístico y el de los recuerdos, Dennis tropieza con los curas del colegio en el que se educó; con los hijos de un millonario con los que comparte viaje, un niño de 13 años con hechuras de dandy y su hermana, una devoradora de teoría sexual pero ignorante de la práctica; con un agente neutral y su atractiva ayudante, que se dedica a vender información al mejor postor, sin posicionamiento alguno, salvo el de su bolsillo; con un camarero de cubierta, que en realidad es un agente de su gobierno con el encargo de "jubilarle" y eliminar la molestia que suponía Roper para un importante político inglés.

El final de la lectura es realmente sorprendente, sobre todo, por todo lo que describe durante la narración previa, pero a través de las reflexiones durante el encuentro final en Dennis y Roper, se intuye algo, pero no lo que sucede al final.

El libro tiene una importante carga irónica y humorística, pero va mucho más allá, las situaciones son cómicas en muchas ocasiones, pero la comicidad viene de lo serias que son las cosas que se tratan alrededor de los hechos.

Toca los grandes tema de la vida: la religión, la política, el deber, la guerra, el sexo, la familia, el poder... Entre un abanico tan grande de temas, hay momentos que invitan a una profunda reflexión, entre estos destacarían el tema de la II Guerra Mundial, la responsabilidad, la culpabilidad, quién debe asumirla, si es absoluta o es compartida. Es curioso que mediante el personaje de la mujer de Roper, una alemana, se trate sobre la responsabilidad británica por no parar a Hitler y que recaiga sobre sus hombros parte de la culpa sobre tan cruenta guerra.

Luego, está todo el tema de la fidelidad, en todo su espectro, desde la fidelidad conyugal hasta la religiosa, pasando por la patriótica. Cómo incide en el pensamiento personal este concepto y la forma en la que nos comportamos respecto a él. Roper es víctima de su fidelidad a su mujer, que ya era prostituta en Alemania y que continúa su profesión al trasladarse a Londres; Dennis es víctima de la fidelidad al estado que le envía a su última misión y es este estado el que quiere asegurarse de que no habrá más misiones ni más Dennis; y la fidelidad de ambos hacia una religión en la que no tienen fe, pero a la que se agarran para justificar sus decisiones y su vida, como aquella cosa que hay en el fondo del subconsciente y a la que se regresa como salvavidas o como aquello que le da sentido a la existencia.

El libro también deja un áurea de modernidad absoluta, ya que muchos de los temas tratados entonces y como los trata, podrían ser escritos por un escrito actual con una gran osadía. Se plasman ideas que, a día de hoy, parecen novedosas y rompedoras, pero que ya aparecen en este libro, que fue escrito en 1966.

Es una gran lectura, la cual, creo, necesita una relectura con papel y lápiz para anotar todo aquello que nos lleve a profundizar y reflexionar sobre lo que nos explica Anthony Burgess.