martes, 24 de mayo de 2016

El asesino de policías

Otra vez novela policíaca, pero nos vamos a Escandinavia. Pero no, no es ninguno de los autores actuales, los que se han puesto de moda a partir de la trilogía de Millenium de Stieg Larsson (tetralogía, ahora, para seguir exprimiendo a la gallina de los huevos de oro).

No, en esta ocasión el libro en cuestión es de los precursores, para Henning Mankell sus maestros, de la actual ola de novela negra nórdica, Maj Sjöwall y Per Whalöö. Es uno de los diez libros de esta pareja de escritores que protagoniza el comisario Martin Beck. Sí, es una costumbre de la mayoría de escritores del género el tener un personaje que articule toda su obra. ¿Será por querer convertirlos en casi mitos, como hizo Arthur Conan Doyle con su Sherlock Holmes? Quien lo sabe.


La novela trata sobre la investigación que inicia Martin Beck, como Jefe Nacional de Homicidios, sobre la desaparición de una mujer en pueblo de Escania, al sur de Suecia. La investigación gira en torno a dos sospechosos: el ex-marido de la desaparecida y un condenado por delitos sexuales (que aparece en la primera novela de estos autores Roseanna) que tiene como vecino. Las primeras pesquisas se centran en saber si la mujer se ha ido por su propia voluntad o si está muerta. Hasta aquí, no deja de ser lo clásico, investigar e interrogar a los posibles sospechosos para saber cual ha sido el destino de la desaparecida. Finalmente, unos excursionistas hallan el cadáver de la desaparecida, y a partir de ahí comienzan las pesquisas para hallar al asesino. En medio de la trama, se inserta otra trama, que parece no tener ninguna relación, en la que, tras un tiroteo, mueren un ladrón, un policía, de forma accidental, y resultan heridos dos policías más, mientras que huye un segundo ladrón. Es la caza de este "asesino de policías", la que lleva a descubrir el elemento que permite atrapar al culpable del asesinato de la desaparecida.

La curiosidad del libro es ver como se resolvían los casos apenas hace 40 años, ya que la novela es de 1974. Como las técnicas de investigación y los medios nos parecen tan antiguos, donde un ordenador es algo testimonial, donde no hay teléfonos móviles, ni internet, ni tan siquiera existían los análisis de ADN.

Sobre el protagonista, Martin Beck, parece ser una persona escéptica, taciturno, meticuloso, analítico, tanto en su trabajo, como en su vida personal. Es el cronista de la sociedad sueca de ese momento, ejerce como tal, disecciona y trata de explicar el porqué de los hechos, ya sean en el ámbito de la investigación, como en sus relaciones laborales, sociales y personales. Es un ojo crítico, que se cuestiona hasta a sí mismo.

Narrativamente, es bastante sencillo, no hay florituras, ni adornos, se va al detalle en aquello que puede ser pertinente en una investigación, con su vocabulario técnico, pero para nada en exceso. El objetivo es contar una historia y articularla para que todo tenga sentido. Como casi el 99 % de las novelas de este género, el desenlace es acelerado. Una vez tienes la prueba, todo pasa muy deprisa. Creo que es una cosa que no saben solucionar, o quizás, si todos hacen lo mismo, no hay otra forma de hacerlo.

Vayamos a lo realmente interesante del libro. Para Maj Sjöwall y Per Whalöö, la novela negra es una excusa, un vehículo, una forma amena y poco farragosa para hablar de como está el mundo y la sociedad en la que viven. La crítica que cae sobre la sociedad y la política sueca de esos años, recordemos que es el año 74, una vez ha estallado la crisis del petróleo, es feroz: se critica al gobierno, al estado de derecho, a la politización de la policía, la corrupción, la falta de expectativas para los jóvenes, a la degeneración de las prácticas policiales, la represión, la prensa y su tendenciosidad y amarillismo. Leyendo este libro, el mito de la socialdemocracia se derrumba como un gigante con pies de barro, como si fuera una leyenda a la altura de la Atlántida.

De todas las críticas que vierten sobre la Suecia de aquellos años, los autores van dejando un ejemplo: la construcción de un aeropuerto sobre unos terrenos bañados por la niebla constantemente; caravanas de periodistas persiguiendo a los inspectores; la desidia de los policías ante un hecho delictivo; la toma de decisiones de mandos policiales para poder salir en la prensa y contentar a la opinión pública, sin tener pruebas suficientes; el choque generacional y la delincuencia juvenil como respuesta; las detenciones arbitrarias de jóvenes, con pintas sospechosas, y de forma contundente, sin ahorrar violencia gratuita. Son muy críticos con el derroche en material policial, innecesario y sobre todo con los equipos antidisturbios. Ya tenían la sensación que tenemos en la actualidad, que todo se cocina entre cuatro familias, de banqueros, industriales y políticos, y que el resto estamos para poder cumplir sus expectativas de beneficio.

Es una lectura muy recomendable, sobre todo por todo aquello que no tiene que ver con la investigación, sino lo que tiene que ver con la sociedad en la que acontecen hechos como el investigados. Nos abre los ojos ante muchos de los mitos de la tan admirada sociedad escandinava. Esto me hace reflexionar sobre como era la situación por estas latitudes en aquellos mismos años. ¿Hubiesen sido capaces de poder hacer el mismo ejercicio literario o al ver el panorama se hubiesen dedicado a otra cosa?










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