jueves, 16 de febrero de 2017

Expo 58

De nuevo una novela de Jonathan Coe en mis manos, de nuevo una lectura que no decepciona. Creo que Coe es un escritor sólido, con una idea clara de lo que quiere conseguir con sus libros y cual es la manera de hacerlo.
No voy a decir que es un genio literario único en el mundo, pero atesora una calidad y unas cualidades que hacen de él un escritor a tener en cuenta.


Coe tiene la habilidad de hacer una buena novela con temas de lo más anodinos y menos originales (o no) como puede ser la participación de Gran Bretaña en la Exposición Universal del Bruselas de 1958, de la cuál, el Atomium es su edificio emblemático.
Thomas Foley, un anodino funcionario británico, con cierto parecido (según quien lo mire) entre Gary Cooper y Dirk Bogarde, se encuentra con la misión de supervisar el pub británico de la Expo 58, que se haya dentro del pabellón británico. Las aptitudes para desempeñar esta función, según palabras de sus superiores, son: el hecho que su padre hubiese sido propietario de un pub y que su madre había nacido en Bélgica, aunque tuvo que huir a los 10 años, a causa de la invasión alemana durante la Primera Guerra Mundial. Esto es una muestra del sinsentido que representa toda la participación británica en dicho acontecimiento, bueno, es el enfoque que le da Coe, para poder poner ese tono irónico y sarcástico que tan característico es de su obra.
Foley es un funcionario que se acaba de casar, pero que no está convencido de su decisión, y el viaje es una oportunidad para huir de su rutinaria vida.
Antes de la partida, es investigado, interrogado por el servicio secreto británico, por dos personajes que Coe caricaturiza, estereotipando su imagen (gabardinas, sombreros, poses, conversaciones plagadas de sobreentendidos y medias frases...).
Una vez llega a Bruselas es recibido por una azafata y entre ambos se establece un embelesamiento mutuo. En ese momento, las dudas sobre su vida actual se acrecientan, pero su sentido de la responsabilidad va más allá y está por encima de esos sentimientos que ha aflorado tan repentinamente.
Al final, el pub parece ser el centro de la Expo, es un lugar de un éxito inusitado, a pesar de un encargado aficionado a los destilados y a la falta de personal. Es en este entorno donde se reúnen los protagonistas de la trama: el propio Foley, la azafata belga, una actriz americana que se dedica a hacer exhibiciones de productos del hogar, el compañero de apartamento de Foley en Bruselas y un delegado cultural ruso.
En paralelo al día a día de la Expo, Coe teje una trama de espionaje, en la que Foley se ve envuelto sin comerlo ni beberlo, que le sobrepasa y a la que, ciertamente, no le encuentra ningún sentido. Entre muchas de las cosas que le suceden, está un cómico "rapto" por parte de los servicios secretos británicos, para llevarlos a un casa que es la base del espionaje norteamericano para tener bajo control a todo el personal de los países del Telón de Acero que participaron en dicha Expo. Coe ridiculiza tanto a los agentes encargados de llevarse a Foley como a su método, todo muy típico y tópico, tan manido como salido de una película de espionaje de los años 50.
Es una novela de enredo, donde abundan sobreentendidos y malentendidos, donde nada es lo que parece, muy del estilo de las películas de espías de esa época. Como muestra es el viaje que realiza Foley, pasada media Expo, para ver a su mujer y su hija. La noche que pasa con su mujer no puede conciliar el sueño, ya que encuentra una almohadilla para los callos en el fondo de la cama, como las que usa su vecino, vecino que mientras ha estado ausente y que ha estado muy atento con su mujer, como esta da a entender en la correspondencia que mantienen. Para Foley se convierte en la evidencia de su engaño y lo que hace que se replantee, más seriamente su vida al volver al Bruselas.
Es un libro sobre la incomunicación en una época de avances tecnológicos, no a la altura de nuestra época, pero ese es el entorno, el de la Expo, como avanzadilla del progreso. Es un libro sobre lo absurdo de la burocracia, de la elección de los candidatos, no por su verdadera valía, sino por una supuesta. Sobre la desconfianza y la hipocresía, ya que todos los participantes llevan a sus controladores, ya sean para las tareas menores como para los temas de seguridad nacional. Es hipocresía, por que todo se envuelve en ese falso efectismo que es la cooperación de los pueblos, la paz y el progreso de la humanidad, cuando es todo lo contrario y las debilidades humanas hacen sucumbir a todos los protagonistas.
Coe no utiliza un lenguaje complicado, ni complejo, ni recargado, es una lenguaje sencillo, accesible, concreto y conciso y con un gran trabajo de documentación, más del necesario para no caer en incongruencias e imposibles.


El mérito de Coe, como ya he comentado, es conseguir que un personaje anodino y un tema sin atractivo acaben tomando cuerpo y constituyendo una agradable, divertida e irónica novela en la que plasma algunos de los absurdos de nuestro día a día.

domingo, 5 de febrero de 2017

Sinfonía napoleónica. Una novela en cuatro movimientos.

Después de disfrutar con Vacilación de Anthony Burgess, me he andentrado en otra de sus novelas, Sinfonía napoleónica. La experiencia ha sido, como menos, singular. Nada que ver con la mencionada, ni por la temática, ni por el estilo. Si Vacilación es una novela satírica sobre el mundo del espionaje, en esta ocasión nos encontramos con la vida de Napoleón, desde su propio punto de vista y desde el de aquellos que le rodean, ya sean subordinados, familia, sus enemigos o su mujer.



El libro es tan interesante como confuso. Creo que la manera de narrar la vida de Napoleón, desde la perspectiva de su día a día, de la intrahistoria personal de los grandes acontecimientos históricos de los que es protagonista: mezcla las campañas italiana y egipcia con su relación con Josefina, cómo la echa de menos, su amor incondicional y fetichista, cómo ésta les es infiel, que esta infidelidad es la comidilla de toda Europa, hasta que llega a sus oídos. Nos encontramos con una familia que se rebela contra Napoleón mientras este pasa de primer cónsul a Emperador, una rebelión ocasionada por la ausencia de un heredero legítimo y directo de Napoleón. Como para él supone una carga, mayor si cabe, que la que tiene que soportar como faro, vigía y protector de la Revolución, la República y sus principios y libertades.

Más adelante nos hallamos con el Napoleón vencedor de otra coalición más de las monarquías retrógradas, en sus campañas por Centroeuropa, donde es víctima de un atentado, del que sale ileso. La conversación que tiene con el terrorista es muy interesante y de una actualidad brutal. Napoleón se presenta como liberador del pueblo del yugo de los monarcas absolutistas, aunque para ello acabe actuando como un monarca absolutista, imponiendo esa nueva libertad, ese espíritu republicano a los pueblos que libera. Mientras que su interlocutor, defiende que la idea de pueblo, nación, de volk está por encima de cualquier idea de libertad, por muy liberadora que sea si viene impuesta y no como una decisión del pueblo. Lo ejemplifica con el caso de España, que antes que la libertad es capaz de derramar toda la sangre del pueblo por su devoción y sumisión a la religión.

Luego está Rusia, la campaña rusa, con sus precedentes y toda la retirada, narrada principalmente por un zapador, que nos muestra toda la crudeza, la irresponsabilidad, la locura a la que dio resultado. Todo esto contrasta con el encuentro, en medio de un río en una barcaza, entre Bonaparte y el zar Alejandro I, que se declara admirador del emperador, que sabedor de esto, despliega su carisma y verborrea para conseguir el acuerdo que le permita tener protegida la retaguardia continental y continuar su lucha contra Inglaterra.

La narración acaba con su vuelta a París desde Rusia, su derrota en Leipzig y sus últimos días en la isla de Santa Elena, donde recuerda su momento más importante, mientas está a punto de morir, la victoria en Austerlitz. Aquí nos muestra su vida como prisionero, en una prisión cuyos muros son de agua, es el océano Atlántico, es el mar, el mar que siempre fue para él un lugar inhóspito, desconocido, hostil, a pesar de ser originario de una isla.

El libro es difícil de leer, no es una lectura para el metro, como lo he leído y ha sido un gran error. Se necesita un gran esfuerzo de concentración, o por lo menos a mí me lo ha parecido, sobre todo por la constante ida y venida de personaje, cambios de escenarios, pasar de los diálogos a los pensamientos, al tiempo que el lenguaje es de gran complejidad, sobre todo por un uso importante, casí un abuso diría, de adjetivos cada vez que los personajes inician una descripción o en un diálogo donde se exponen las grandes tribulaciones políticas del momento.

El trabajo de documentación es magnífico, todos los personajes, todos los hechos, todos los lugares se corresponden con la historia. El análisis que hace indirecto de lo que fue aquella época, de lo que suponía Napoleón como revolucionario en ese tiempo, es brillante y que, a pesar de estar escrito en los años 70 del siglo XX, parece de una actualidad increíble, es una análisis de una brillantez total, ya que durante las conversaciones que mantiene Napoleón con diferentes interlocutores, va mostrando lo que será la historia europea a partir de ese momento: el auge de los nacionalismos del XIX, el papel del nuevo Imperio Alemán y como acaba todo en las guerras mundiales, la idea de una Europa unida como objetivo, que será saboteado por aquellos que son cortos de miras.

Lo original del libro es explicar la historia sin pretenderlo, fantasear sobre cómo podría ser el día a día de uno de los personajes más importantes de la historia.