miércoles, 11 de enero de 2017

Tiempos de hielo

Volviendo al redil de la singular escritora que es Fred Vargas, me he encontrado con esta joya que es Tiempos de hielo. Nos volvemos a reencontrar con el duo Adamsberg-Danglard, acompañado por la última incorporación relevante al elenco que compone la brigada al mando del singular comisario pirenaico.


En esta ocasión, todo comienza con el aparente suicidio de una anciana, ocurrido tras el intento de ésta de llevar una carta al buzón.
La carta que va dirigida a un acaudalado propietario que es hallado muerto en su casa, con signos de suicidio, pero que, al igual que en el caso de la anciana, el hallazgo de una señal en ambos escenarios, hace que se dude del suicidio como causa de las muertes.
A parte del suicidio, hay dos aspectos coincidentes entre los dos personajes: un viaje a Islandia, que acabó en tragedia, puesto que dos de los miembros de la expedición murieron de forma violenta; y la asistencia a unas recreaciones de las sesiones de la Asamblea Nacional durante el período revolucionario.
La aparición de dos supuestos suicidios más, ambos asistentes a las recreaciones revolucionarias, hace que Adamsberg y su brigada dirija sus pesquisas hacia los asistentes a tales funciones, lo que complica la investigación, ya por el número de asistentes, unos 700, que pueden ser tanto víctimas como verdugos. En el horizonte, Adamsberg y Danglard tienen a la figura de quien interpreta a Robespierre como el objetivo final del asesino.
Entre las dos historias, la de Islandia y la de la Asamblea, se va tejiendo todo un entramado, en el que se embarulla toda la investigación, que lleva de un callejón sin salida a otro igual de inescrutable. A parte, se funden las historias personales de la familia de uno de los asesinados, Masfauré, en la que el viaje a Islandia y el posterior asesinato del patriarca, revelan hechos insólitos y desconocidos para el hijo de Masfauré.
Asímismo, se desarrolla toda una teoría sobre el posible parentesco directo entre Robespierre y la persona que lo interpreta.
Obviamente, Vargas acaba desenredando el ovillo que crea durante toda la novela, quizás de una manera bastante ligera y un poco precipitada, pero es algo, a mi parecer, accesorio, poco importante.
Creo que lo importante es ver como se van descubriendo las verdades que han sido cubiertas bajo una maraña de mentiras, urdidas en un tiempo pasado y en un tiempo presente. 
Intuyo que el periodo revolucionario, sobre todo en el que Robespierre es protagonista, debe ser un tema recurrente, como lo puede ser la Guerra Civil en la literatura y , sobre todo, en el cine español. La fascinación que destila su narración cuando nos narra las recreaciones, cómo estas atrapan a los policías que asisten a ellas, hasta creerse protagonista de aquellas en el momento exacto en el que se produjeron, es algo que te atrapa, que hace que crezca la curiosidad sobre todos aquellos personajes que acabaron de la misma manera, bajo la justicia irreparable de la guillotina.
Lo realmente singular del libro es el paralelismo entre el desarrollo de la investigación, las decisiones de Adamsberg y el efecto que comportan sobre su brigada, como si fuese la misma Asamblea ante los discursos de Robespierre y su aplicación directa. Hay un momento en el que la disposición de los policías en una de las reuniones se asemeja a la distribución de los asistentes a la Asamblea Nacional en aquellos convulsos años de la Revolución Francesa: la Montaña, la Llanura, los moderados, los girondinos...
Las dificultades de la investigación llevan a un enfrentamiento entre Adamsberg y Danglard, como los que se daban en la Asamblea. Un enfrentamiento entre la razón y la intuición, en el que se debate si se ha de aplicar a rajatabla el reglamento por encima de la amistad, con las consecuencias que esto pueda producir. Este es otro paralelismo con Robespierre y su forma de actual, la razón imponiéndose a lo demás, por mi alto y costoso que fuese el precio a pagar, sacrificando a quién fuese, por muy querido que fuese, por el bien de la Revolución, de la rectitud y de la justicia.
Novelas de este tipo son las que hacen que te pique el gusanillo de informarte y de leer sobre temas e historias que tienes aparcadas, medio olvidadas y que parecen tediosas, pero que una vez cierras la contraportada hacen, que aunque sea vía wikipedia, acabes buscando sobre los personajes históricos que en ella aparecen.
Vargas no se mueve ni un milímetro de su estilo y su forma de escribir, sin grandes artificios ni sofisticación y siempre añadiendo pinceladas anecdóticas, como es todo lo relacionado con Islandia, como es la adopción por Adamsberg de la palabra tölva cuando habla de un ordenador personal.
Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional