martes, 16 de mayo de 2017

Un cadáver en la cocina.

Cuanto más deseas leer un libro, ver una película, seguir una serie, visitar un lugar y cuando la espera se ha hecho largo, el riesgo de decepción se multiplica exponencialmente. Esto me ha ocurrido con Tim Cockey y Un cadáver en la cocina.
En algún lugar leí algo sobre él que me hizo buscarlo, por el interés que suscitó, pero no había manera de encontrarlo. Ya se sabe, esos autores que se editan dos libros y luego desaparecen de los intereses (monetarios) de los editores. La casualidad quiso que, al entrar en una tienda de libros usados, me hallase ante él y me hice con el título en cuestión. La decepción se ha ido consumando página a página.


La curiosidad que provocó mi interés fue que el protagonista era un enterrador, que al final solo es el empleado de una funeraria. No esperaba a un solitario, oscuro y necrófilo protagonista, pero tampoco al personaje que retrata Cockey, un personaje plano, con algún detalle irónico y bastante mundano. Nada que despertase interés alguno.
La novela trata sobre dos muertes, una nada más abrir la primera página, en la que un amigo de Hitchcock Sewell, le llama para que venga a buscar un cadáver antes de que llegue la policía y que lo coloque en algún sitio. Visto el absurdo de la situación, Hitchcock le hace entrar en razón y que avisen a la policía. El hecho de hallarse en el lugar del crimen antes de la denuncia, le convierte en sospechoso.
Por otro lado, tras la recogida de un cuerpo en una residencia de ancianos, Hitchcock reconoce a la cocinera de un bar donde iba cuando era estudiante. Y la visita de vez en cuando, mientras ve como se deteriora rápidamente.
Pues entre una y otra muerte, Cockey va navegando sin rumbo y sin sentido, hasta que por arte de magia se relacionan ambas. En medio, enredos familiares, líos de faldas, suspicacias, amores ocultos y dinero, siempre el dinero.
El libro es nada, confuso, mucha paja y poco contenido. La resolución del caso es bastante lamentable: odio enfermizo al amor platónico de un patriarca, la sed de venganza que acaba volviéndose en su contra. Eso y mal explicado, peor que lo que estoy escribiendo, cosa muy difícil.
Roza, acaricia, resbala sobre los tópicos de las novelas con muerto y misterio: algo de sexo, infidelidades, dinero.
Sinceramente, me ha defraudado tanto que no sé qué poner. Creo que la confusión es la responsable de esta decepción, casi tanto como el escribir sobre nada y no sacar partido de un personaje que da más de sí. Apenas explota la vena sarcástica y burlona que daría un personaje con tan singular profesión, pero nada, un par de pinceladas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario