viernes, 7 de abril de 2017

El volcán de oro.

Jules Verne, Julio para la mayoría de los mortales, quién no se ha leído un libro de Verne. Bueno, pues este es el primero que me leo, bueno, quizás en el colegio me leí La isla misteriosa o alguna de aquellas ediciones adaptadas, supongo, para niños de alguno de sus títulos más famosos. Quiero decir que es el primer libro que leo de forma consciente y voluntaria.
¿La elección? Pues que no era uno de los grandes títulos del francés, con el añadido de tema a tratar, la fiebre del oro del siglo XIX.


El libro narra las aventuras y desventuras de dos primos francocanadienses que heredan una parcela en el Klondike, en plena Fiebre del oro de finales del siglo XIX y deciden, antes de tomar una decisión sobre una oferta de compra, ir a visitar la herencia para poder valorarla en su justa medida y saber si la oferta se ajusta o no a la realidad.
A partir de esta premisa, Verne desarrolla un libro de viajes en el que inserta ese fenómeno que fue la Fiebre del oro, que asoló la costa pacífica de Norteamérica durante el siglo XIX y de la cual, todavía (hay algún programa en esas infumables frecuencias de la TDT) queda algún rastro. Aprovecha esta fiebre para dar alguna pincelada de las aventuras a las que nos acostumbró en el resto de su producción literaria.
Digo que es un libro de viajes, por que el peso principal de la narración es la descripción del viaje que realizan desde Montreal hasta las costas del océano Ártico, pasando por toda la geografía que enmarcó dicho fenómeno económico y migratorio. Nos hace un retrato de territorios y de todas las grandes poblaciones por las que discurre su recorrido. Asimismo, no deja de describir todos aquellos accidentes geográficos que tienen su importancia dentro de ese recorrido.
La otra parte del libro es su visión sobre el citado fenómeno, visto desde los dos puntos de vista: desde aquel a quien atrapa la Fiebre del oro, que define constantemente como una enfermedad física; como la del escéptico que mira todo lo que produce: miserias, comportamientos amorales, las incoherencia provocadas por la riqueza o sus expectativas. Esto lo plasma en los personajes de los dos primos: uno, ingeniero, es el que sucumbe a los influjos de dicha fiebre; mientras que el otro, amante de la caza y la tranquilidad, no en vano representa a un rentista, lo observa con escepticismo y supone el contrapeso a la temeridad del contagiado de "fiebres".
Es un libro donde se reflejan las ilusiones y los contratiempos, intentando reflejar la realidad de ese fenómeno en toda su amplitud, tanto del que se queda en el camino, del que llega y no consigue más que ser mano de obra, como del que se llena los bolsillo de billetes, que según su carácter, no sabe administrar y solo piensa en el próximo filón a explotar, ya que la fiebre no baja, a pesar de tener oro en los bolsillos.
La parte de libro de viaje supera ampliamente a la de aventuras, las descripciones parecen sacadas de un cuaderno de viajes realizado por el propio Verne. Mientras que la parte narrativa que se ocupa de las desdichas y desventuras de los protagonistas es bastante simple y, sobre todo, muy predecible, sobre todo para la mirada actual, que busca en la literatura algo más que una descripción de una sucesión de hechos que son los más probables. Quizás esa fuese la intención y el mérito.
Mantiene el interés por la ciencia y el conocimiento, tan habitual en sus novelas, con amplias descripciones sobre como se explotaban los placeres (2. m. Arenal donde la corriente de las aguas depositó partículas de oro.) de oro. No deja de ser un escritor del XIX, como demuestra esa manera de tratar a las mujeres, sobre las cuestiones del honor y la honra. El hombre ha de ser un caballero y defensor de los débiles, sobre todo si son mujeres. Era otra época y otra forma de pensar. Ese sentido de la justicia,
Ahora tengo que buscar a Jack London, para comparar los tratamientos de esa "enfermedad".

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