jueves, 13 de julio de 2017

Maigret.

Maigret es la novela de Simenon que lleva como título el apellido del famoso comisario. Aunque por el título pareciera ser la primera de la serie, no es así, transcurre con el comisario ya jubilado.


Como todas las novelas de Maigret, estamos ante un corto relato, no llega a las 200 páginas, pero bastan y sobran para lo que Simenon quiere explicar.
Como ya he dicho, nos encontramos a un Maigret jubilado, que vive en el campo, lejos del bullicio de la Ciudad de las Luces.
Una noche, la tranquila rutina de Maigret se ve interrumpida por la llegada de su sobrino Phillipe, oficial de policía, que angustiado le explica a su tío que es muy probable que la policía venga a arrestarle como presunto asesino de un delincuente que regenta un club nocturno.
Tras las explicaciones de su sobrino, Maigret decide ponerse en marcha hacia París para intentar averiguar todo lo concerniente al suceso relatado por Phillipe. Dado el carácter apocado de Phillipe, Maigret no duda de su palabra y se adentra en los entresijos de la noche parisina y de los clubes nocturnos, donde el consumo de estupefacientes y de sexo es moneda corriente.
Una vez repasadas las pruebas, las declaraciones de su sobrino e inspeccionado sobre el terreno, el lugar de los hechos y los presuntos implicados, Maigret cae en la cuenta de que no hay manera material de librar a su sobrino de la acusación de matar a un pequeño delincuente, testaferro de un importante delincuente, que ejerce, a ratos, de confidente de la policía.
Junto a esta falta de pruebas que inculpen al verdadero asesino, Maigret cuenta con la aversión del comisario que ocupa el puesto que él ocupó en el pasado, lo que le obliga a recurrir a instancias superiores, para poder poner en práctica su plan.
El plan consiste en hacer confesar a los instigadores y ejecutores de los crímenes, tanto el que se imputa a su sobrino, como otro anterior.
Obviamente, Maigret se sale con la suya y consigue eliminar las sospechas que recaen sobre su sobrino en la comisión del crimen.
Volvemos a tener al Simenon de siempre, el que nos detalla la situación a resolver por su comisario, y nos da pinceladas de todos aquellos que tienen un papel medianamente destacado en la trama. La trama es obvia: presentación del caso, desarrollo de la investigación y desenlace. Sin artificios, sin grandes enredos que lo compliquen todo.
La novela, escrita en 1933, ya nos presenta a un París en el que ya corren, por la noche parisina, todo tipo de sustancias recreativas que conducen a la adición. De hecho, el motivo del asesinato es evitar el registro de un club en el que se sospecha que hay un alijo de cocaína. Como curiosidad, hay una conversación en la que una prostituta le relata a Maigret su experiencia con el éter (conseguido en la farmacia) y dos o tres clientes, que lo único que quieren es colocarse.
Creo que muchos de los que se quedan atrapados por narrativas contemporáneas en las que las drogas tienen un papel preponderante, deberían leerse a autores de la primera mitad del siglo XX. Descubrirán que ese mundo de desfase y consumo de los setenta y los ochenta, no es tan novedoso como parece. Y, mucho menos, en la narrativa actual.
Ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional

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