martes, 19 de diciembre de 2017

La finestra alta

Súbita incursión a la biblioteca, sin saber que elegir e ir a lo fácil, un clásico de la novela negra, Raymond Chandler, y un título que no había leído, La finestra alta (The high window) y para adelante.
Novela donde el protagonista es el inefable Philip Marlowe y el escenario la ciudad de Los Ángeles.


La novela nos dibuja el típico lienzo de los bajos fondos que, ¡oh, sorpresa!, siempre acaba mezclado con gente bien y con posibles.
En esta ocasión, Marlowe es contratado para que encuentre una moneda de coleccionista y a la mujer, actriz de variedades, del hijo de una adinerada viuda, de la que sospecha como sustrayente de dicha moneda.
A partir de aquí la trama se va desarrollando, llevando a Marlowe a través de los escenarios típicos de los otros barrios que rodean la meca del cine. Trata con todo tipo de personajes: actores retirados, actrices de cabaret y variedades, coleccionistas y compradores de monedas, hampones de medio pelo (italianos, como no podía ser de otra manera), chantajistas, borrachos, ascensoristas, secretarias... un variopinto reparto de personas que viven haciendo equilibrios en la fina línea roja que separa lo legal de lo menos legal y, que cuando tropiezas, te lleva hasta el crimen.
Durante la investigación, tropieza con más de un cadáver, que lo es ajeno a su voluntad, y que complica las investigaciones de Marlowe pero que a su vez, aclara el horizonte de lo que realmente esconde todo el encargo.
Como siempre, Marlowe acaba encontrando el hilo que necesita para esclarecer todo lo turbio que rodea a su encargo y, como siempre, las verdaderas razones que el cliente quiere ocultar tras un simple trabajo.
Lo que me gusta de este tipo de novelas es que nos desnuda unos hábitos que se cree que son más modernos, básicamente, el consumo de drogas. La tan endiosada cocaína de lo 70-80 ya corría, quizás no tan abundantemente, durante la primera mitad del siglo XX por los bajos fondos o los lugares de ocio de aquellas sociedades.
Es a su vez, un reflejo de los modos sociales, de los hábitos de relación, de como se asume como algo normal, partirle la cara a tu mujer durante una discusión. De como el rol de sumisión de la mujer, ya sea como pareja o mujer, ya sea como empleada, se vea como algo normal, incluso, como una cualidad destacable. 
Como siempre, está presente el tan recurrente guardar las formas, que aunque seas lo más lamentable o deleznable de la familia, por lo menos que no lo parezca, que cualquier rumor que corra, sea fácil de desmontar.
Creo que es lo que más me interesa de este tipo de novelas en general, el dar luz sobre todos aquellos oscuros rincones del alma y de la sociedad, desnudar las vergüenzas de la humanidad tomando como excusa la lucha del bien y la justicia contra el mal y el crimen. 
Chandler supera a muchos escritores actuales (lo cuál no es difícil) en que el método no es lo más importante, sirve para intentar dar coherencia al relato y no aparezcan lagunas por todos los lados, lo importante es mirar hacia donde muchos otros deciden dejar de mirar y, menos todavía, explicarlo de manera más o menos directa. Ese es el acierto de muchos de los clásicos del género, que ven y no callan.

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