miércoles, 22 de marzo de 2017

El secreto de la modelo extraviada

Decepcionante Mendoza en la última aventura del detective sin nombre, del protagonista de otras grandes novelas de Eduardo Mendoza.
Creo que va a ser una entrada corta, puesto que no hay mucho que contar, y lo que explique flaco favor le va a hacer al autor (aquí de sobrado, como si tuviese 15.000 lectores).


Intenta ser una novela nostálgica, como lo son la de Francisco González Ledesma y su Méndez, aprovechando a este personaje para un "viaje" en el tiempo, recordando sus desventuras durante un caso en el que se vio envuelto en los ochenta. Un intento de rememorar aquella Barcelona desaparecida, menos cosmopolita pero más canalla, pero ni esto consigue.
La novela tiene dos partes. La primera nos expone el caso en el que se ve implicado el famoso detective sin nombre, habitante de una institución mental, sobre la muerte de una modelo. Su cometido no es otro que ser cabeza de turco. Las idas y venidas del anónimo detective solo sirven para ir viendo como se desarrolla el caso, pero ya está, no es tan analítico como en otras ocasiones sobre la sociedad que envuelve al misterio. En la segunda parte, fruto de la casualidad, retoma aquellos hechos que no se resolvieron de forma satisfactoria para su entender y acaba resolviendo el misterio.
Siguen apareciendo los personajes de otras entregas, como su hermana y el comisario Flores, pero son mucho más anecdóticos.
La verdad es que no se puede sacar mucho de este libro, parece hecho por encargo, una exigencia contractual. La ironía y sarcasmo que destilaban anteriores entregas, ahora se diluye y no aparece sino puntualmente.
Esa visceralidad contra las clases pudientes, se ha quedado en una nadería, en un esbozo, un apunte, de todo aquello que todos intuimos.
Se le puede entrever una crítica a la moda actual de vestirse de fosforito y salir a correr, cosa que ya pasó por los ochenta y que entonces era jooging o footing y no running, como lo es ahora. Esboza una punzada sobre esa Barcelona que se quería modernizar en los ochenta y que ahora es moderna, pero más de fachada y de algunas fachadas. 
El personaje más curioso es un ex-guardia civil que deja el cuerpo para hacerse travesti y vivir de los vicios ocultos del resto de hombres, pero que al final tiene que reingresar. Lo curioso que aporta el personaje es la evolución de los gustos de aquellos que viven dentro de un armario o que tienen esos pequeños vicios inconfesables. Cómo dentro del "gremio" tiene que evolucionar una persona según cumple años y cambian los tiempos y los clientes.
Realmente, las sonrisas que te arranca en determinados momentos y un par reflexiones brillantes, no son suficientes como para disfrutar de su lectura. Lo dicho, huele a encargo, a que hay que tener algo preparado para Sant Jordi y poder facturar.

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